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Blue My Mind | Filmfilicos, blog de cine

En los últimos años da la sensación de que se ha producido un repunte de películas coming of age dentro del genero de terror o fantástico, un fenómeno que no se ha limitado a Estados Unidos y que en la mayoría de los casos ha dado grandes resultados, siendo Verónica, Crudo o Thelma unos ejemplos excelentes. Y es que el paso de la adolescencia a la edad adulta siempre tiene un gran potencial para contar historias interesantes, como es el caso de hoy. Os hablo de Blue My Mind.

Mia es una joven de 15 años que acaba de mudarse con sus padres a los suburbios de Zúrich. En su nuevo colegio, trata de encajar como puede hasta adoptar comportamientos rebeldes de la edad. Sin embargo, con su primera menstruación Mia empezará a notar cambios muy visibles en su cuerpo, unos cambios que distan de ser normales.

Antes que nada, me gustaría advertir que se está delante de una cinta a la que es mejor acercarse con poca información, evitando especialmente tráilers, imágenes o incluso algún póster promocional, ya que para mi gusto revelan demasiado de la trama. Con esto no quiero decir que Blue My Mind automáticamente vaya a ser peor si ya se sabe de antemano lo que sucede, pero creo que a la mayoría le gusta sorprenderse, aunque luego la sorpresa pueda ser para bien o para mal. Dicho esto, una de las mayores ventajas de la cinta es que es tanto una película sobre adolescentes como un relato que tira al terreno fantástico pese a que tiene algún elemento que podría ser catalogado como terror, con ciertas similitudes a lo que hiciera Ginger Snaps en su día.

La principal diferencia con el filme de culto de John Fawcett tiene que ver en su tono y especialmente con su ritmo. A primera vista, uno podría pensar que está ante una película de adolescentes de corte independiente y no se equivocaría. Este primer acto de Blue My Mind es clave para establecer las dinámicas de Mia con sus compañeros de clase y sus padres, y también para conocer sus inquietudes al mismo tiempo que como toda adolescente, quiere encontrarse a sí misma y simultáneamente intentar encajar sin llamar la atención. Todo tipo de experimentación y afán de vivir tienen cabida en la presentación de los personajes, y son determinantes para que luego el cambio de actitud sea más notorio. Y pese a que su nudo pueda dar la sensación de que va a la deriva o se pierde en una espiral de experimentación o comportamientos extraños, compensa con creces en su tercer acto con la culminación de una auténtica metamorfosis.

Blue My Mind

A pesar del cambio de dirección, desde el primer fotograma uno puede observar como se han ido dando pistas sutiles sobre Mia y su identidad, incluso la fotografía con tonos azulados puede servir como pista y como una representación de su estado de ánimo. Pero su transformación va en concordancia con el mito al que rinde homenaje (no exento de body horror), trayéndolo a la época contemporánea con éxito. Aquí entra en juego el trabajo de Luna Wedler como Mia, quien juega muy bien con la dualidad del personaje, comenzando de manera más tímida y contenida, incluso anodina si no se tratase de la protagonista para dar paso a una Mia que saca toda su fuerza y que termina abrazando su lado más salvaje. Resaltar también a Zoë Pastelle Holthuizen como Gianna, pues podría haberse quedado en un personaje cliché visto en multitud de ocasiones y por fortuna acaba yendo por otros derroteros.

La única pega que se le puede echar en cara es el ritmo irregular que tiene y que pueda dar la sensación de que no tiene claro a donde se quiere dirigir, ya que la mezcla de géneros da sus frutos, aunque es comprensible que haya público al que el hecho de que Blue My Mind comience como algo concreto y termina de forma diferente no le convenza pese a ciertas indicaciones. Pero sin que sirva de precedente, la paciencia en esta ocasión se ve ampliamente recompensada.

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