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Para que los seres humanos podamos desarrollarnos plenamente, la educación que se nos brinda es fundamental. Las personas que por norma general tienen que educar a los más pequeños son los padres y los profesores, pero la carga de los padres es mucho mayor. La importancia de la educación por parte de los padres para los hijos es algo que recientemente se vio en La Habitación con un trato muy benévolo de una madre hacia su hijo. Hoy traigo la otra cara de la moneda.

Los protagonistas son un matrimonio que vive en una casa aislada de la ciudad con sus tres hijos adolescentes. Estos hijos nunca han salido de su casa y viven bajo el estricto control de sus padres, sin ningún estímulo del mundo exterior. Solo una persona tiene permitido acceder a la casa además de la propia familia, Christine, quien acude a la vivienda para satisfacer las necesidades sexuales del hijo.

No es un secreto que el género del terror es uno de mis favoritos. Algunos lo podrán achacar al masoquismo, pero soy una de esas personas que hasta cierto punto, adora pasarlo mal con la historia que le cuentan. Sin embargo, hay ocasiones en las que ese mismo malestar me lo ha provocado un film que se puede catalogar dentro de otro género como sucede con esta película. Ya desde el primer fotograma en ese baño tan aséptico en el que se ve a los tres hijos aprendiendo el significado de algunas palabras y cual es su forma de entretenimiento hay una sensación de inestabilidad. Y a medida que se va descubriendo el modo de vida de la familia, el malestar crece progresivamente.

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Quiero añadir que el desasosiego no lo provocan imágenes sobre tortura física o cubos cargados con casquería. La inquietud que provoca la cinta se debe al control mental que ejercen los padres sobre los hijos y al aislamiento que sufren los hijos sin ser conscientes de ello, un control similar al que ejercen los líderes de las sectas sobre sus seguidores. No en vano, una de las funciones vitales que deben ejercer todos los seres vivos es relacionarse, y si esa función es arrebatada, se produce una distorsión severa en el comportamiento del individuo. Y es que por mucho que los padres traten de justificar esa separación del mundo externo, el resultado sigue siendo fatal, pues las pulsiones no se pueden reprimir. En el caso de que se logren contener, tarde o temprano saldrán a la superficie arrastrando todo a su paso.

Más allá de las motivaciones y consecuencias, otro de los aspectos más llamativos de la historia es la puesta en escena, ya que está filmada de un modo casi documental para darle más veracidad a todo, lo cual consigue desestabilizar más a quien lo está viendo, pues las situaciones mostradas en cámara podrían estar ocurriendo en cualquier parte del mundo sin que nadie se enterase. En cierta forma, recuerda a Funny Games por su estética y el inquietante realismo con el que narra una historia inevitablemente trágica. Concretando características de la estética que ambas películas comparten, está el hecho de que los más menores vistan de blanco (un color que suele significar inocencia y pureza), el uso de planos fijos muy largos mientras los personajes realizan sus tareas más mundanas y, como no, una casa aislada donde sucede casi toda la narración.

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Otro detalle a tener en cuenta es que los hijos no tienen nombre, y una falta de nombre es un indicador de una ausencia de identidad, algo más próximo a un monstruo, monstruos que en muchos planos enfocan a los hijos sin mostrar sus cabezas. Lo que inevitablemente me lleva a la pregunta ¿por qué ese título? ¿Tiene algo que ver con un perro? ¿O acaso está relacionado con un tipo de diente? Sin meterme en el farragoso terreno de los spoilers, diré que ambos significados son válidos y que juega constantemente con ellos de una forma muy brutal.

Pero, ¿acaso el malestar que me ha causado es tan profundo que mi opinión no puede darle una nota más alta? No necesariamente. Los peros bajo mi punto de vista son el ritmo, que a pesar de que antes he alabado la forma realista en la que estaba filmada la cinta, si es verdad que hay ocasiones en las que el ritmo se ralentiza demasiado y da la sensación de que las escenas podrían haberse acortado. Y el otro problema es el final, que es demasiado abierto. Salvo por esos pequeños peros, aplaudo esta propuesta tan audaz y meritoria, ya que en lo personal soy una persona que no tiene ningún problema con pasar tiempo en su casa, que esta película haya conseguido horrorizarme con las cosas que pueden suceder en una casa por culpa del aislamiento es digno de cualquier reconocimiento.

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