Cronenberg, Aldrich y nexos bizarros
A veces me ocurre, mientras descubro o reviso una película, que aparece ante mis ojos una imagen, una escena o un ambiente, no importa lo que sea, algo que me hace pensar que estoy metida en un deja vú. Ya he visto esta película, pienso, aunque no puedo recordarla con exactitud. Pero al seguir adelante con el visionado veo que no, que no he visto esa película pero que inevitablemente esa digamos escena, me ha rememorado otra filmación. Nunca sabré si considerar esos casos como copia, homenaje o simple casualidad aunque seguramente sea la última opción. Recientemente me pasó con dos autores y la imagen me pareció de tal mimetismo que tuve que detenerme en ella para observar con calma. En la realidad objetiva puede que sólo tengan cierto parecido, pero en mi interior subjetivo, que por otro lado es donde creo que trabaja el cine, me lo pareció. Los autores en cuestión son Cronenberg y Aldrich, directores que en un principio no parecen tener demasiado en común, si dejamos de lado el hecho que son dos autores que defienden sus posturas e intenciones fílmicas hasta las últimas consecuencias. Robert Aldrich, autor que tanto dirigía westerns como cine negro entre otros géneros. Ahí tenemos, por citar algunas, Apache, Veracruz o Kiss me Deadly. Aunque su filmografía tuviese un cierto punto testosterónico, también realizó obras en las que las protagonistas absolutas eran mujeres. Mujeres duras, con carácter, extrañas y malvadas. Ahí tenemos por ejemplo a la frustrada Hermana George, a la esperpéntica y granguiñolesca Baby Jane o a la bella Lylah. Nos quedamos con la película de ésta última, La leyenda de Lylah Clare, en concreto con el personaje de Molly Luther interpretado por Coral Browne. Molly es una persona digamos que de mucho carácter, temida y odiada por los personajes del film. Pues bien, esta árida mujer, se relacionó en mi mente con otra bastante diferente. La otra es Gabrielle (aunque podría perfectamente haber sido la Tristana de Buñuel), el personaje interpretado por Rosanna Arquette en Crash, película que nos lleva al otro autor, David Cronenberg. El creador de la New Flesh, autor de películas como Scanners, Dead Ringers o la más reciente Cosmópolis. ¿Cuál es el nexo común que me hizo relacionar a estos personajes y autores? Pues una pierna. Simple y llanamente. Una pierna, eso sí, inválida.
Ambos personajes tienen las piernas lesionadas, con hierros y cintas rodeándolas. Pero no me llamó la atención sólo la invalidez o las prótesis que pudiesen llevar unidas a ellas, sino también la sensualidad que ambos directores supieron encontrar en la imagen. En el caso de Cronenberg queda bastante más claro, ya por el contenido de la película y por lo explícito de la imagen. Pero claro, tiene que llevar la marca Cronenberg y esa marca es la cicatriz. Una cicatriz, en este caso erotizante, una cicatriz que muestra la regeneración de la carne, la creación de la nueva carne. Una apertura con cierta forma vaginal aunando en ella nacimiento, oscuridad y sexualidad. Una forma que nos remite también a otra vagina en este caso deboradora, la de Videodrome. Sí esa, la que comía cintas de VHS. Esta imagen, a la vez, es contraste y coincidencia con la de la pierna del personaje de Molly., mucho más suave, es obvio, pero el algo (o el mucho) de fetichismo no se lo quita nadie. Una pierna atada con cuero, adornada por una rosa y acompañada por un sonido metálico que provoca una sensación de lo más extraña. ¿Se necesitan más símbolos para denotar sensualidad y/o sexualidad? Yo creo que no.
Dos piernas, dos carnalidades, dos visiones cinematográficas que quedan unidas en el tiempo por un nexo único. Un nexo que posee en mi opinión un atrayente gusto bizarro.
