Le Week-End

En la sociedad actual en la que, al parecer, cuando pierdes la juventud lo has perdido todo es de agradecer que, por lo menos en el cine, surjan de vez en cuando historias como Le Week-End.

Roger Mitchell director que recordaremos principalmente por Notting Hill (1999) , recrea la historia tragicómica de un matrimonio que vuelven a París para rememorar su viaje de luna de miel.

París, un matrimonio, el amor,… Inevitablemente parece que todo vaya a desembocar en otra historia romántica a orillas del Sena. Nada más lejos. Entre los tonos ocres y crepusculares que el director usa para retratar el estado final en el que se encuentra el matrimonio, los tintes ácidos incluso punzantes se van mezclando con los momentos más tiernos y jocosos refrescando de modo intermitente la historia.

Le Week-End se acerca a varias películas que tratan el tema del amor, de las relaciones de pareja y de como el paso del tiempo va erosionando y dando nuevas formas a dichas relaciones. Lo podíamos ver ya en la deliciosa obra de Stanley Donen, Dos en la carretera, en la trilogía de amaneceres y anocheceres de Linklater o incluso de un modo mucho más duro y trágico en Blue Valentine de Derek Cianfrance.

La diferencia entre Le Week-End y las anteriores es básicamente la edad de los protagonistas. En esta ocasión los pilares de la historia no son ni adolescentes, ni jóvenes, sino una pareja de edad avanzada que pasados treinta años de matrimonio siguen juntos, a duras penas, pero siguen juntos.

De un modo brillante Mitchell va desgranando una narración en la que no sólo se habla de como el tiempo pasa por encima del amor sino que relata como ese tiempo va arrancando capa a capa todas y cada una de las ilusiones que de jóvenes tenían Meg y Nick, el matrimonio en cuestión. Como bajo cada una de esas capas se ubica una nueva desilusión, una nueva resignación. Un nuevo fin contra el que ambos intentan luchar haciendo uso de la esencia pura que pasados los años ha quedado entre ellos después del sexo, después del deseo, después del fervor que antaño sintieron. Una esencia que aunque no sean capaces de verla a simple vista, aunque no sean capaces de aceptarla surge en los momentos y formas menos esperadas.

Jim Broadbent y Lindsay Duncan interpretan magistralmente a este matrimonio dándoles una frescura y una ternura que emociona. Verlos escapar entre las mesas de un hotel como si fueran un par de niños que huyen tras haber realizado alguna fechoría o sorprenderles en momentos máximos de excitación, sin ningún tipo de reserva pues no tienen que dar explicaciones de nada a nadie, se convierten en momentos impagables dentro de la historia.

Le Week-End podría ser otra historia de tantas que hablan de cualquier pareja, pero que apoyándose en un guión que no necesita más giros que los de la vida de cualquier persona, termina siendo algo más que una historia cualquiera.