Lady Halcón

Hoy vamos de emblemáticos. Emblemática la película y emblemático su director. Hablamos de Richard Donner poseedor de una de las filmografías más entrañables y nostálgicas que encontramos cuando miramos hacia el cine que se realizaba en los años ochenta. Superman, Arma Letal, Los Goonies, Los fantasmas atacan al jefe,… ¿A quién no se le dibuja una sonrisa recordando cualquiera de las mencionadas películas? Pues todas ellas y muchas otras son obra de Donner, bendito sea, si se me permite la expresión.

De entre todas las anteriormente citadas rescatamos una joya, por lo menos para mí, de género caballeresco. De malos muy malos y de buenos muy buenos, de príncipes y princesas, pero no de princesas “inútiles”, no, de princesas que se saben defender y que no necesitan de largas melenas para demostrar su femineidad. Hablamos de una historia prima hermana de la fantástica Willow o de La princesa prometida. Unida en fantasía a otra pequeña joya como es Labrynth. Con semejante mezcla el resultado no puedo ser otro que no sea de calibre espectacular.

Lady Halcón, una historia de un amor tan prohibido e imposible que si la comparásemos con Romeo y Julieta, ésta se queda en comedia.

Isabeau y Navarre son dos enamorados que viven felices hasta que el cardenal de turno se enamora de ella. Cuando éste se entera del amor entre la pareja les lanza una maldición que les mantendrá unidos siempre pero sin poder verse ni tocarse jamás.

Revisionando la película se da uno cuenta que con el paso de los años, aunque la magia de la nostalgia juegue un papel importante, sólo con eso las películas no sobreviven al paso del tiempo. Lady Halcón está perfectamente construida. Un guión perfectamente estructurado te arrastra hacia el centro de la historia desde el minuto uno. En breves instantes te sientes atrapado por la narración y por sus personajes ya sean protagonistas, antagonistas o el bufón salvador. Un punto de drama, otro punto de emoción, el necesario punto de comedia y una buena dosis de aventuras. Si además se le suma la fascinante presencia de Michelle Pfeiffer y la intrigante persona que es Rutger Hauer, se van ganando puntos. Pero en esta historia hay algo más, hay alguna condición o momento, que se me escapa, en el que todo se junta y crea una película para el recuerdo, fuera de cualquier metodología o razonamiento.