El director estadounidense Neil LaBoute, director de obras como En compañía de hombres o Por amor al arte, dirigía en 1998 la película de la que hoy vamos a hablar, Amigos y vecinos. En ella un grupo de amigos se interrelacionan llevados exclusivamente por el sexo, un sexo que dicho sea de paso muestra su cara más deprimente.
Los personajes, representados por Catherine Keneer, Ben Stiller o Natassja Kinski entre otros, luchan por salir de la rutina que les envuelve y el único modo que encuentran o que les motiva a hacerlo es el sexo. Un sexo que resulta ser un callejón sin salida que les deja más atrapados aún que al principio.
Una historia angustiosa y deprimente sobre relaciones vacías y sinsentido es lo que ofrece la película, aún así resulta interesante la variada muestra de caracteres que pueden habitar en el entorno de cada uno de nosotros. El ególatra, la dependiente emocional o el autosuficiente conforman una retahíla de personas que se dan cita en dos lugares, en la cama cuando provocan la causa y ante un cuadro fuera campo cuando obtienen la consecuencia. Un cuadro subjetivo que observa impertérrito las conversaciones, las complicidades, los reproches y las inseguridades de cada uno de los personajes.
Quizás el adjetivo duro sea exagerado para definir la historia pero el conjunto no es que sea demasiado amable. Quizás sólo sea que la realidad que en ella se refleja pueda resultar algo difícil de gestionar.
