Dae-su ha cometido muchos errores en su vida, pero uno de ellos le costará estar encerrado durante 15 años en una misma habitación, donde únicamente se encontrará con un cuarto de baño y un televisor. Detrás dejará a su hija de tres años, y a su mujer.
Pero el gran problema de esta situación es que el protagonista de Old Boy (Park Chan-wook, 2003), no tiene ni la menor idea de los motivos de su aislamiento, ni de la duración del mismo, ni quién ha sido el ideólogo. Su única idea clara es la de vengarse de todo aquel que haya tenido algo que ver con esta tortura.
Pese a escribir una lista interminable de nombres a los que haya podido hacer daño en el pasado, Dae-su no logra recordar a alguien que haya hecho sufrir tanto como para hacérselo pagar de esa manera. Su error es no acordarse de un hecho de su infancia que, aunque para él no tuviese ninguna importancia, para el otro protagonista de la película marcaría su vida.
Uno de los mayores miedos de Dae-su es saber si podrá aplacar tanta irá una vez haya conseguido su propósito. ¿Conseguirá volver a ser la persona que fue antes? “A pesar de no ser mejor que una bestia ¿acaso no tengo derecho a vivir?”, se repite una y otra vez. El amor que siente por una joven llamada Mido tratará de imponerse sobre el odio que ha cosechado durante su cautiverio.
La versión original de esta película surcoreana es un brillante thriller psicológico donde el espectador conseguirá meterse de lleno en la piel de Dae-su.
Diez años después, en 2013, Spike Lee dirigió un remake muy descafeinado, donde no hay tanta carga psicológica, ni filosófica (dos de los puntos fuertes de la versión original). Se limita a calcar las escenas de acción (geniales también en la original) sin adentrarse tanto en el verdadero trasfondo de la primera versión. Además las interpretaciones también son muy dispares, saliendo siempre vencedora la versión surcoreana.
