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Crítica de la película El Doctor Mabuse en filmfilicos el blog de cine

Vuelvo por aquí después de una larga ausencia (lo sé, siempre igual…). Pero intentaré escribir con más frecuencia. ¡Lo prometo!

Sigo con mis críticas del cine mudo, y por supuesto, vuelvo a la carga con Fritz Lang. Esta vez le toca a El Doctor Mabuse, una película alemana de 1922 (basada en la novela de Norbert Jacques), dividida en dos partes de más de dos horas la primera, y dos la segunda. ¡A lo grande! Por supuesto, esta división la realizó para convertirla en dos películas y que, de esta manera, no le recortaran metraje por “exceso” de tiempo. Más tarde, Lang dirigió dos películas más de este personaje: El testamento del Dr. Mabuse, de 1933, y Los crímenes del Dr. Mabuse, de 1960 (estas dos ya sonoras, y en blanco y negro). Después, otros cineastas también rodaron versiones cinematográficas de Mabuse.

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Ahora a por la película muda, con un escrito para cada parte:

PRIMERA PARTE: EL JUGADOR

Dividida en 6 actos, la película nos explica la vida del Doctor Mabuse, un hombre con habilidades en el disfraz, con la capacidad de cambiar de identidad y físico a la perfección y controlar a la gente de su alrededor con la hipnosis. Gracias a ello, Mabuse podrá ganar a sus contrincantes de partidas de juego y, no solo ganar dinero con ello, sino que también podrá jugar a cambiar el destino de estos… y de los suyos.

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Lang sigue ofreciéndonos un film expresionista, como ya vimos en Metrópolis, jugando para ello con la arquitectura,  la luz y las sombras, y utilizando imágenes y trucos que volvería a usar en su mítica película, como sobreimpresiones, las bailarinas provocativas (aunque en El Doctor Mabuse el público es masculino y femenino y, por lo tanto, la expectación y excitación debe ser menor, así como las imágenes y trucos tienen menos fuerza), la figura de la femme fatale, los trabajadores como masa y, aunque mucho más por debajo de la línea de Metrópolis, la diferencia entre la pobreza y la riqueza.  Además, contamos con la presencia de Rudolf Klein-Rogge en el papel del siniestro doctor, así como en Metrópolis interpretaba también al científico que daba vida al robot María.

El protagonista es mostrado como el malo a partir de su propia sombra (así como ocurre, por ejemplo, en Nosferatu, y en la gran parte del cine expresionista alemán), tapando con ella a la víctima para decir subliminalmente al espectador quién va a sufrir su maldad, y gracias a su cuidada caracterización (además de su actuación), ya que, pese a que el personaje va cambiando de identidad y rostro, se nos presenta siempre con unas cejas más largas y levantadas de lo habitual, algo casi demoníaco. Por si con ello no nos ha quedado todavía claro, en un plano, Lang nos muestra al protagonista debajo de un cuadro de un demonio. No sé si para compararlo con el Diablo, o si lo coloca debajo queriendo hacerle menos poderoso que éste, pero está claro que significa algo.

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Además, Lang utiliza otro recursos típicos del cine mudo, como el iris, juegos de luz, sobreimpresiones y substituciones para los estados de hipnosis, y otros que siguen siendo realizados hoy en día como la relación de secuencias a través de dos planos, así como la sobreimpresión del final de la secuencia de la ouija con el del principio de la secuencia del juego en el casino (ambos con formas redondas: las manos de los asistentes a la sesión espiritista unidas en una mesa redonda, y la colocación de las cartas circularmente).

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En definitiva, más de dos horas de belleza y misterio absoluta pero que igual, el tiempo se nos va un poco de las manos, aunque a su vez nos está preparando para lo mejor.

SEGUNDA PARTE: INFIERNO

La segunda parte de El Doctor Mabuse también se nos presenta con 6 actos. Aquí, en vez de seguir con las peripecias del doctor psicoanalista, la película nos muestra cómo se da caza a éste, y se trabajan mucho más los demás personajes. Sus romances, sus vidas… Y en esta parte, la hipnosis va mucho más allá del juego, pues formará parte de suicidios e increíbles trucos.

Fritz Lang sigue utilizando los mismos trucajes de sobreimpresiones y substituciones que en la anterior parte, pero con mayor envergadura y un mejor resultado final. Hipnosis, mentalismo, caracterizaciones y apariciones fantasmales deleitarán a los espectadores que ven la película… y los que están dentro de ella.

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Con una historia más intensa que la de la primera parte, Lang engrandece al protagonista no sólo con el poder mental que ejerce sobre la gente, si no con la capacidad de amar y crear con ello un abuso de poder.

Y finalmente, mostrándonos al final el estado enfermizo del propio doctor, me da pie a sugerir que volverá unos años más tarde, en 1927, a protagonizar Metróplis. Y no me refiero al actor, si no al doctor en sí, porque como Mabuse le dejamos entre máquinas futuristas y entre la vida y la muerte.

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