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Crítica película Mi amor

Debo comenzar admitiendo que si no vives en Francia o si no conoces muy (muy, muy) bien a los franceses, quizás este filme no va a dejarte muy contento.

Me ha costado enormemente entender el cine francés. Me ha costado aún más apreciarlo ya que en mi experiencia personal, apreciar a los franceses  en general es complicado,  y estoy segura de que muchas personas que han tenido o tienen la oportunidad de convivir con ellos pueden opinar lo mismo.  Mi amor - filmfilicos blog de cine

Una vez pasada esa etapa de incomprensión, intolerancia y molestia hacia los franceses, llegas al tope de la montaña y no te queda más que adorarlos y junto a esto, adorar su cine porque te das cuenta de que no es tan malo después de todo.

No hablo de la manera en la que es filmada una obra, ya que el cine francés acostumbra a tener una estética muy hermosa; me refiero a los diálogos y a la historia en general, la cual puede tener un guion flojo y un desarrollo bastante aburrido. No es el caso de este filme, pero una vez más, parto del hecho de que –finalmente- entiendo ese exclusivo humor francés y de no haberlo hecho hubiese sin duda alguna suprimido una buena cantidad de escenas.

Pero dejando ese típico humor francés y otras cosas más superficiales de lado, Mon roi, título original (Mi Rey), es una historia que va más allá de una relación de pareja, es la representación de un estado de amor destructivo, imposible e inalcanzable al que quisiéramos llegar. No se puede llegar a experimentar el amor en su estado más puro a menos de que no haya nada que perder, y es lo que quiere hacer ver esta película.

Platón alega en uno de sus diálogos, El Banquete, que el amor es la búsqueda de lo que no se tiene. La cuestión radica entonces en saber si una vez que encontramos una pareja hallamos aquello que no tenemos, que es al mismo tiempo, lo que buscamos. Pero según la experiencia que plasma sublimemente la directora Maïwenn, es que el amor se encuentra en la nada. En el vacío. Cuando no queda nada más por ofrecer, por vivir, allí se encuentra el amor. Y con razón la directora tardó diez años en concebir esta obra, porque sólo con el tiempo vamos entendiendo según nuestras propias experiencias lo que es al amor, si es que hay un amor. Al puro nivel subjetivo, claro está. El amor propio, el amor al otro y lo que creemos que debemos construir por y para el amor.

Pero, si el amor es la nada según la directora, ¿por qué es entonces que vemos excesos como consecuencia del amor? Personajes tan cargados de sentimientos por mostrar, por entregar, por poner a los pies de su amado, si el amor se da únicamente cuando no hay nada. Nos muestra un idilio fascinante entre dos personas que saben que juntas no pueden ser felices pero que no saben estar la una sin la otra y dan y quitan, y ofrecen y rompen y un vaivén de palabras, de acciones y emociones que te deja agotado al final del filme.

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Maïwenn nos describe dicha relación en dos tiempos, uno presente y uno pasado, lo cual esperas que tengan algún tipo de conexión al final, pero para sorpresa de todos no lo tiene.

Mientras intento salir del desconcierto que me ha causado el final de la película, intento recapitular todas las cosas que amé de ella empezando por el increíble Vincent Cassel a quien no había visto nunca actuar en su lengua materna sino siempre en las producciones hollywodenses en las cuales ha participado. No sé cómo se pueda tomar esto pero a mi parecer, Cassel, interpreta al típico francés, mejor dicho, lo que se conoce como el estereotipo en todo el mundo: el hombre romántico, un poco loco, con pretensión de artista y seductor. A pesar de que le sale con una naturalidad envidiable, la pantalla se la roba Emmanuelle Bercot en su interpretación de mujer atormentada por la pasión que siente hacia el personaje de Cassel.

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Una historia en la que podemos vernos reflejados fácilmente hombres y mujeres, no necesariamente sintiéndonos atraídos por el personaje femenino siendo mujer o por el masculino siendo hombre. Ambos personajes son tan adaptables en nuestro cotidiano que verlo desde afuera asusta un poco, ya que es una realidad palpable, hermosamente representada por Maïnwenn, quien prueba que merece ser reconocida por algo más que por el hecho de haber estado casada con uno de los máximos exponentes del cine francés, Luc Besson.

La música me parece totalmente acorde con las escenas, específicamente en una de las primeras cuando se encuentran en una discoteca, ya que no es música que se presta para bailar sino únicamente para sentir. Al mismo tiempo que se buscan con la mirada, sientes junto a la chica la urgencia de hablarle a Cassel y esas ganas de cerrar los ojos y perderse.

La música con la que cierra el filme es igualmente hermosa, mientras quedas perplejo frente a la pantalla pensando en que no puede terminar aún, no así. Pero es que el amor es eso. Termina cuando creemos que todavía hay tiempo. Termina cuando anhelamos que fuese de otra manera. Pero como aseguró Cortázar, (y el cual creo fervientemente que es uno de los errores más grandes del ser humano) todo dura un poco más de lo que debe.

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1 respuesta en este artículo
  1. No soy seguidora del cine frances,pero tu narrativa estimula incursionar para ver, a quienes desde mi punto de vista proyectan en sus actuaciones romanticismo,creatividad y buen gusto,

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