Scream (2022)

Suele ser habitual que los fans más acérrimos del terror tengamos una saga que sea nuestra favorita, algo que suele avivar debates con las sagas más longevas y en particular con el slasher. Y pese a que cada uno pueda tener sus preferencias, en líneas generales podemos estar de acuerdo que con las películas de Scream la calidad ha sido muy consistente. Esa regularidad y brillantez en gran parte se debía a dos de las personas detrás de las cámaras en casi todas las entregas, Wes Craven y Kevin Williamson. Ahora, 11 años después de la última cinta, Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett, los responsables detrás de la muy recomendable Noche de bodas, junto con Guy Busick y James Vandervilt en el guion, son los encargados de darle una nueva vida a la saga y llevarla a buen puerto. Y lo cierto es que la jugada no podría haberles salido mejor. Os hablo de Scream (2022).

Tras 25 años de los asesinatos originales de Woodsboro, un nuevo asesino ha decidido enfundarse la máscara de Ghostface y aterrorizar a los habitantes del pueblo, así como a un nuevo grupo de adolescentes con el objetivo de sacar a la luz algunos de los secretos de la localidad.

Si ya de por sí las películas de Scream son expertas en jugar con las expectativas del público y con los códigos del cine de terror, no es de extrañar que la sinopsis sea tan escueta, dejando el camino libre para casi infinitas posibilidades. Incluso la decisión de no acompañar el título de un número es toda una declaración de intenciones, una que abre más dudas. ¿Se trata de una secuela? ¿Puede ser un remake o un reboot? ¿Puede incluso siquiera hablarse de revival? Por supuesto, la película hace lo que mejor sabe hacer, con el tono que la ha caracterizado siempre y es parodiar esas expectativas, esas teorías y ofrecer algo que tal vez pueda estar visto, pero presentarlo de una forma muy inteligente siendo plenamente consciente de la actualidad, resultando en la simbiosis perfecta entre lo nuevo y lo conocido.

Los dos grandes ejemplos de esta sinergia son los directores y guionistas, que conocen lo suficiente todo el bagaje de la saga, juegan con él desde el respeto pero también desde la diversión y la mala baba, saben reírse del cine en general y del cine de terror en particular a la par que perpetúan esos clichés o reglas del género y retratan a la perfección la temas del presente y los insertan de forma orgánica en la trama. Y lo mejor es que son perfectamente conscientes del tono y del carácter meta de la saga, por lo que parece que sigue en las mismas manos competentes sin echar de menos nada. La otra gran columna de unión entre el pasado y el presente es el elenco de actores, donde las nuevas incorporaciones son nuevamente un grupo de chicos muy carismáticos, con su rol muy marcado y capaces de sacar unas carcajadas sin despeinarse mientras que los personajes más veteranos han seguido un camino natural de los acontecimientos y es palpable la madurez y el peso de las anteriores entregas sobre ellos. Y cuando ambas generaciones de personajes se juntan todo va sobre ruedas hasta un habitual y glorioso clímax de infarto.

Además del respeto en cuanto al tono, del análisis crítico sin perder ni un ápice de mordacidad y de que el guion use la metaficción tan característica para reírse de todo y todos, incluido de ella misma, una de las grandes aportaciones es que no se limita a copiar todo lo que es representativo de Scream y ponerlo sobre el tablero, sino que también hay cabida para unas muertes muy violentas y un Ghostface ensañándose más con sus victimas donde cada puñalada duele y la sangre y las vísceras son las grandes protagonistas. Si bien es cierto que Scream 4 ya jugaba con esta idea de unas muertes muy violentas en consonancia con el cambio de siglo, lo cierto es que en esta entrega hay un pequeño componente que va un paso más allá, y es que aunque las muertes puedan parecer juguetonas en el fondo están construidas de una forma muy cruda con un excelente manejo de la tensión, por lo que a la larga su impacto es mayor.

Hablar en detalle de los personajes nuevos sería hablar de más y podría estropear gran parte de la sorpresa. Tan solo diré que todos aportan su granito de arena para crear un variado grupo de jóvenes que son una gran adición a la saga y que, con mayor o menor fortuna, acabarán siendo las víctimas de Ghostface, pero que todos tienen su momento para brillar. La única nota discordante es Melissa Barrera, quien con un reparto tan carismático queda como alguien bastante insípida, por mucho que su dilema y sus dinámicas con el resto del reparto sean de los más interesantes.

Pero al igual que tiene muchas virtudes, es inevitable también señalar algunos de los puntos más negativos. El detonante de la historia personalmente no termina de convencerme, que si bien es loable y sirve como la excusa perfecta para enlazar el pasado con el presente, pero que es a mi parecer demasiado rebuscado. Y también es cierto que las películas de terror pueden tener un pequeño margen para que sus personajes tomen alguna que otra decisión estúpida, solo que en este caso puede que haya alguna decisión estúpida de más.

En resumen, los seguidores más fieles pueden estar más que satisfechos con esta nueva adición a la saga, donde nuevos nombres han demostrado con creces aportar su toque a la franquicia y lo más importante, seguir sorprendiendo con la misma inteligencia y acidez de siempre cuando parecía que estaba todo dicho. Un regalo con el que tanto los seguidores como los creadores originales pueden estar orgullosos.