Zombieland: Mata y remata

Diez años han tenido que pasar para que se materializase una secuela de Bienvenidos a Zombieland. La tardanza podría traducirse en un resultado que no estuviese a la altura, que llegase en un momento que tal vez no le correspondía o que el equipo involucrado haría la secuela por mero trámite. Por fortuna, el resultado disipa cualquier temor y confirma que la espera ha merecido la pena. Os hablo de Zombieland: Mata y remata.

Situados en el corazón de América, Columbus, Wichita, Tallahassee y Little Rock deberán enfrentarse a nuevos tipos de zombies, probar la confianza con otros supervivientes e intentar mantenerse unidos como grupo.

Como bien reza la sinopsis, si la primera película trataba sobre la supervivencia de un grupo de personas bastante dispares y cómo llegaban a convertirse en una especie de familia, en Zombieland: Mata y remata los lazos ya están formados, por lo que los conflictos surgen en torno a las diferentes relaciones (bien sean amorosas o paternofiliales), y todos estos conflictos hacen gala del humor que tanto caracterizó a la primera entrega. Es inevitable que se note el paso del tiempo, pero el guion sabe adaptar situaciones y gags al contexto actual cultural con acierto, y al mismo tiempo hace referencias a base de hechos, frases o incluso los propios créditos iniciales a cámara lenta y a ritmo de Metallica sin llegar a ser una copia. Y en general la sucesión de gags funciona muy bien. Sí puede haber alguno que se sienta alargado de más, aunque se remata con muchísima dignidad.

Si el guion está inspirado, lo mismo se puede decir de los actores. Uno podría pensar que el paso del tiempo sería más que notable con ellos, resultando en desgana o en que funcionasen a medio gas, y sorprendentemente, están en muy buena forma. Más allá de que alguno ya no sea un rostro tan desconocido, todos tienen su momento para brillar y se siente esa cohesión de grupo, como si en efecto fueran una pequeña familia a la que se lleva tiempo sin ver, pero una vez vistos todo sigue exactamente igual. Y la adiciones al reparto en forma de secundarios son más que bienvenidos. Es cierto que pueden quedar reducidos a estereotipos o que pueden resultar muy puntuales en cuanto a metraje, pero gracias a jugar con el cliché que supone cada uno de ellos y su presencia medida cada aparición supone un punto álgido de la trama con el que la carcajada está asegurada, especialmente con los personajes de Zoey Deutch y Avan Jogia.

Por supuesto, como toda buena secuela que se precie, el riesgo en cierta medida debe ser mayor. La escala más grande se nota en el presupuesto y en el número de zombies, y, por ende, de escenas de acción. Se combina muy bien alguna secuencia de lucha casi cuerpo a cuerpo filmada como plano secuencia con otras de acción más frenética en las que es más difícil distinguir con claridad el foco de la acción pero que son perfectas para esa incertidumbre que pueden sentir los personajes. Y desde luego la acción en todo lo que respecta a los zombies deja para el recuerdo varias escenas en las que entran en juego la imaginación, el humor, las referencias a la cultura pop y cierto nivel de casquería.

Sin embargo, por mucho divertimento bien hecho que es, Zombieland: Mata y remata tiene un exceso de deus ex machinas que terminan lastrándola más de lo que debería. Por todo lo demás, demuestra que está a la altura de su antecesora y quién sabe si en un futuro volvemos a saber más de esta familia tan particular tratando de sobrevivir a un Apocalipsis. Quién sabe si tienen más sorpresas bajo la manga y más expansión de este mundo. Solo queda sentarse a cruzar los dedos para que, si se da el caso, no haya que esperar otra década.