Candy
Cansada de leer otras críticas que señalan que Candy no aporta nada nuevo a las películas que se enfocan en temas de drogas, quiero gritar que no se trata de eso. No es una película sobre el uso de la heroína, es una película sobre la adicción. La heroína es sólo la excusa, es el elemento que se necesita para poder hacer la comparación entre las drogas y el amor. Entre consumir estas sustancias y estar enamorado. Entre tomar la mala decisión de usar drogas y la pésima decisión de enamorarse. Candy es una película que mancha el nombre del amor y de la absurda pero poderosa fuerza magnética que nos obliga a seguir dentro de esa espiral que nos adentra más y más a ese sentimiento, del cual –y como dice Geoffrey Rush en la película- puedes escapar al principio pero no quieres hacerlo, y luego, cuando quieres hacerlo, ya no puedes. Esa es la verdadera sustancia de la cinta.
Candy es una película independiente australiana, dirigida por Neil Armfield, adaptada de la novela de Luke Davis. Aunque las circunstancias y el contexto no lo presentan como tal directamente, es una historia de amor porque habla desde el amor y sobre el amor de una manera exquisita, colocando en evidencia la profundidad y complejidad del mismo. Plasmándolo tal y como puede resultar muchas veces: destructivo y cliché. Hermoso y trágico. No es una historia de cuento de hadas y es por ello que compararlo con la droga lo encuentro tan inteligente, porque el uso de las mismas nos lleva a un estado de éxtasis infinito pero la caída es fatal, y a pesar de ello, volvemos a usarlas por el placer que nos causa, aunque luego, el dolor sea excesivo y para curarlo, volvemos a la droga. Lo mismo pasa con el amor cuando lo que nos hace sentir se vuelve adictivo y la persona por la cual lo sentimos es tan tóxica como la heroína.
Si bien es cierto que la película se torna un poco repetitiva con el paso del tiempo, es imposible dejar de verla. Las actuaciones son tan poderosas que te sientes irremediablemente atado a cada uno de los personajes, mientras deseas con todo tu corazón que nada les suceda, siempre en la disyuntiva entre que estén juntos o se separen, ya que no es la droga la que los mantiene en un estado de destrucción, son ellos mismos. Es esa relación pasional y enfermiza que los mantiene vivos pero siempre al borde de la muerte.
La película se divide en tres partes: el cielo, la tierra y el infierno, mostrando en cada una, una faceta y etapa diferente de la relación de la pareja y de la relación con las drogas, cómo mientras crece su amor crece su adicción, cómo no pueden controlar lo que sienten el uno por el otro mientras se encuentran bajo los efectos de la heroína más pura y del amor más obsesivo.
Desde el título de la película se puede desvelar cuál es el verdadero elemento: Candy, su protagonista. Es la droga que lleva nombre de la heroína del filme. Candy es la verdadera perdición. A pesar de haber sido Dan (el increíble Heath Ledger) quien la llevó a utilizar drogas, en ella es donde se encuentra la verdadera adicción, ella es la perdición de Dan y a su vez la de ella misma. Se pierde en su propio placer y Dan se pierde en ella.
Abbie Cornish en el papel de Candy es deslumbrante. Es la mezcla perfecta entre dulzura y sensualidad, entre el infierno y el paraíso. Su relación con Ledger es hermosa, pero lo fascinante no está en la construcción de ambos personajes como pareja sino en la química palpable que hay entre ellos. Ledger la besa con una pasión que es muy difícil de transmitir y ella se deja amar.
Un personaje a quien tampoco podemos dejar de lado es el de Geoffrey Rush, quien es un genio en su papel de químico que suministra heroína a la joven pareja que hace hasta lo impensable para comprar la droga. Es una actuación inmejorable del hombre que nos ha hecho sentir tanto a través de los años en películas como Shine – El resplandor de un genio (1996), Shakespeare enamorado (1998) y más recientemente en la saga de Piratas del Caribe con el personaje de Barbossa.
Sin embargo, el peso e importancia de la cinta recae en sus protagonistas y cómo estos son capaces de transmitir dicha adicción a los espectadores. Estudios comprueban que la fase primeriza del enamoramiento es equivalente a consumir una dosis de cocaína o heroína, causa los mismos efectos en el cerebro debido a la cantidad de dopamina que se produce. Una vez que se deja de consumir súbitamente, el descenso es terrible, física y psicológicamente es un sufrimiento atroz del cual parece no podrás recuperarte jamás, a menos de que vuelvas a consumir. Los efectos del amor son los mismos o muy parecidos, y justo cuando los protagonistas intentan dejar de consumir heroína, su relación se hace cada vez más distante.
Entre otras cosas, es una comparación sublime de lo que pasa por la cabeza, el cuerpo y el corazón a la hora de querer separarnos de la persona que amamos por el daño que ésta es capaz de causarnos.
La droga tiene nombre de mujer y se llama Candy.