El secreto del libro de Kells
Si la semana pasada volvía sobre mis pasos para reencontrarme con una directora que en su momento consiguió encandilarme y ver si el buen nivel era una constante, me temo que esta semana la senda va a ser la misma, y diría que incluso con mejores resultados. Os voy a hablar de El secreto del libro de Kells.
Situada en Kells, Irlanda durante el siglo IX, Brendan es un monje de 12 años que vive en la abadía. Junto con el resto de los hermanos, el principal objetivo es construir una muralla para protegerse de las invasiones por parte de los vikingos. Pero cuando Brendan conozca al Hermano Aidan y al libro mágico e inacabado que porta, sus prioridades cambiarán y le llevarán a vivir aventuras en el misterioso bosque de los alrededores.
Similar a lo que sucediese con La canción del mar, la otra cinta de Tomm Moore, el folclore juega un papel fundamental en la historia. Sin ser un erudito en la materia, uno puede notar la influencia de la mitología celta o de la mitología irlandesa, y eso posteriormente va a formar el terreno más fantástico y de la parte más terrenal. Desde el mismo prólogo, se van a entremezclar esas dos vertientes para más tarde desembocar en una historia de aventuras más clásica que si bien no tiene ninguna relación con Disney, hay ciertas situaciones que pueden resultar familiares al catálogo animado de esta compañía. Sin embargo, por mucho que recuerden a otras escenas ya vistas, los responsables de la película se las arreglan para darles una personalidad propia.
Si el ejemplo de coger el folclore, la mitología, la historia o las tradiciones de un lugar concreto y crear en torno a él una narrativa que sigue el esquema del viaje del héroe de Campbell pueden tener reminiscencias de Disney, hay ejemplos tanto visuales como narrativos en los que la inspiración puede resultar evidente: La primera escena de Brendan persiguiendo a un ganso y que implica subir plataformas con slapstick de por medio, el hecho de que Brendan esté recluido dentro de un perímetro concreto por su seguridad, que el bosque de los alrededores en principio parezca tan oscuro y lleno de criaturas de grandes ojos observando escondidas entre la vegetación, la urgencia de defenderse contra un enemigo invasor o incluso un sidekick que sin articular palabra es tremendamente expresivo y no le cuesta nada ser un robaescenas.
Pese a que la historia en general tenga un muy buen ritmo, la duración es más que adecuada y posea un esquema clásico en cuanto a la aventura y la fantasía, donde más brilla la película es en su apartado visual. Su estilo de animación tradicional va en concordancia con toda esa fantasía colorida que desprende cada fotograma, hace que conjunto resulte muy entrañable, y que es un placer contemplar cada detalle, desde los fondos en acuarelas con los trazos muy marcados pasando por el realismo de la pedrería y las vidrieras hasta el tratamiento de las sombras que puede recordar a lo visto en alguna serie de Cartoon Network, así como el propio diseño de los personajes. Y mención aparte a la banda sonora obra de Bruno Coulais, que coge ritmos celtas tradicionales y termina de darle el empaque audiovisual.
Como no podía ser de otro modo, los personajes juegan con las formas geométricas y su tratamiento está ligado con la personalidad. Reflejo de esto son especialmente el abad Cellach que siendo tan rígido y estricto tiene un diseño más bien cuadriculado y Aisling que es más inquieta e inocente posee un movimiento mucho más fluido y jovial, como si se tratase del mismo viento que se mueve como quiere. Incluso personajes más secundarios son reseñables y tienen sus momentos particulares.
Tal vez el aspecto más reprochable sea que ocasiones no se pueda determinar con claridad a que tipo de público se dirige. Hay situaciones más humorísticas y aventureras más aptas para un público de menor edad mientras que hay otras más bélicas, religiosas o históricas que no estoy del todo segura si los niños pueden entenderlas, o peor, deslumbrarse con ellas. Y habrá personas que le puedan achacar que lo visual está por encima de la narración, pero como he mencionado antes, por mucho que lo visual sea exquisito, están en buena simbiosis.