Sólo los amantes sobreviven
El vampirismo ha sido tan banalizado últimamente que las películas donde pretenden representarlo han visto un nivel de decadencia vergonzoso. Pero para alegrarnos el corazón a los amantes de este tema, nace Sólo los amantes sobreviven.
Una hermosísima obra del estadounidense Jim Jarmusch a quien recién he descubierto, la cual trata el tema del vampirismo de una forma exquisita y con clase, sublime y cruda al mismo tiempo, donde se presenta a estos seres poéticamente hermosos, atormentados, sensuales e intelectuales a través de la historia de dos amantes.
Eve y Adam han soportado siglos de grandes cambios sociales, guerras y enfermedades, y es cuando se encuentran en el siglo XXI donde se dan cuenta que no pueden más. Que esta sociedad otorga razones suficientes para morir, sugiriendo el suicidio de la única manera posible para los vampiros: con una bala de madera.
El filme está lleno de poesía, de referencias literarias, musicales, científicas y religiosas. De un realismo cruel y actuaciones que rozan en lo perfecto. La que para mí es la personificación de una obra de arte, Tilda Swinton (Eve) es la mitad razonable de la relación. Dulce, con una tonalidad musical al hablar y un ritmo lento, como recitando un poema de Byron en cada oración. Elegante y de movimientos largos, es una adicta a la literatura, a quien los espectadores se encuentran rindiéndole pleitesía cuando se apodera de la cámara en poses casi religiosas. Mientras que Tom Hiddleston (Adam) es un músico empedernido, con tendencias gravemente depresivas y con una intolerancia social que lo hace permanecer encerrado.
A los que podemos llamar en español Adán y Eva, lo cual no es una casualidad, nos comparten su vida desde la ciudad de Tánger y Detroit, una ciudad conservadora de sus hermosas ruinas y la otra, una ciudad recolectora de basura material y mierda humana. Una linda asociación a estas lejanas sociedades, ambientes pertenecientes a cada uno de los vampiros que exaltan perfectamente sus tan diferentes personalidades.
Se critíca fuertemente a la sociedad actual a través de elementos muy interesantes como la contaminación de la sangre por parte de los humanos, sustento de vida para los vampiros y razón por la cual están despareciendo. De la misma forma se nos presenta el personaje de Ava, la hermana menor de Eve, quien es la representación de gran parte de lo que está mal con esta sociedad.
Ava viene a romper con toda la sobriedad del film, justamente para marcar la diferencia entre los tiempos actuales y los pasados, dejando de lado la sensibilidad y la delicadeza, elementos que realzan la cinta junto a la melancolía y la nostalgia, el amor y lo eterno. Jarmush logra transmitir estos sentimientos y emociones hermosamente a través de sus muy bien logrados movimientos de cámara y primeros planos, a través de los colores con los que impregna la pantalla y diálogos excelentemente construidos.
La manera en que también está construida la relación de los protagonistas y ellos mismos como pareja, es fascinante: la idolatría que sienten el uno por el otro, el romanticismo de sus charlas, la fragilidad de él, la belleza extraterrestre de ella. La manera de tocarse, la imposibilidad de separarse, las ganas de aprender de Eve, las ganas de Adam de enseñarle, hacen que se complementen a un nivel sobrenatural, y que sean una de las parejas más perfectas que he visto en el cine.
Sin embargo, lo que encuentro más inteligente del filme es el hecho de colocar a vampiros como críticos de una sociedad a la que han visto evolucionar hasta la perdición. Estos seres que para continuar siendo eternos deben recurrir al acto de matar, son capaces ahora de juzgar las atrocidades que los humanos a su vez han realizado durante años y años, colocando en evidencia la decadencia social, los cambios climáticos y la contaminación.
Poética, hermosa y conmovedora. Interesante, divertida y real, esta cinta no halla el horror en lo extremo que puede parecer el mundo de los vampiros y todo cuanto lo conforma, sino que se encuentra en lo banal de los seres humanos: simples, débiles y mortales. El horror se halla en el conformismo en el que se ha regocijado el hombre en todos los planos de su vida: amoroso, sexual e intelectual, deliciosamente retratado en esta grande e imperdible obra de Jarmusch.