A bittersweet life

Si bien cada país puede tener una industria cinematográfica de cierta amplitud que abarca multitud de películas y géneros, lo cierto que hay ciertos géneros que son característicos de un país en particular, ya sea porque ese tipo de películas son las que más se exportan fuera de sus fronteras o porque les tiene pillado el punto justo para hacerlas muy efectivas. En el caso de Corea del Sur, sin duda un género que manejan a la perfección son los thrillers en los que la venganza es el motor principal, y la cinta de hoy no es excepción a esa notable racha. Os hablo de A bittersweet life.

Sunwoo trabaja como gerente de un hotel, pero también trabaja como mano derecha para un jefe de la mafia llamado Kang. En un viaje a Shangai que debe hacer Kang, este le encarga a Sunwoo que vigile a su prometida, pues sospecha que le pueda estar siendo infiel. La cosa se complica cuando Sunwoo se enamora en secreto de la chica que debía vigilar y decide no contarle a su jefe que sus sospechas eran ciertas. Pero al tomar esta decisión, Sungwoo desencadenará una serie de consecuencias fatales que podrán en riesgo su vida.

Que la primera escena más poética de la cinta no engañe a nadie, pues no se trata de esa clase de película. Y es el propio filme quien se encarga a los pocos minutos de aclarar que en el mundo, o más bien submundo de Sunwoo no se andan con tonterías, dando paso a una acción que va de cero a cien en muy poco tiempo y haciendo gala de una violencia que tal vez pueda quedar muy bien estéticamente en cámara, pero que no resulta estilizada de ver, pues cada golpe se siente increíblemente real. Esto es una constante positiva a lo largo de todo el metraje: El ritmo es pausado y se toma su tiempo para presentar a los personajes y su entornos, pero tiene una atmósfera de tensión contenida en casi todas sus escenas que cuando estalla, lo hace por todo lo alto.

Es cierto que la película se puede dividir con facilidad en dos mitades. La primera es aquella en la que se presenta a los personajes, sus roles dentro del mundillo de criminales y sus relaciones, siendo un segmento bastante más dramático, pero a la vez más contenido; mientras que la segunda mitad inevitablemente tiene como eje la venganza por parte de Sungwoo y en la que la acción más desenfrenada toma el mando de la situación. Personalmente, prefiero la primera mitad de la cinta por su falsa sensación de seguridad y su tensión latente que va construyéndose de a poco, pero la segunda parte más centrada en la acción a base de travellings por largos pasillos y espectaculares coreografías de pelea no desmerece en absoluto el conjunto, y la venganza en sí resulta gratificante hasta cierto punto por toda la espiral de violencia, paciencia y sangre fría hasta que llega a su punto álgido e inevitable.

En el elenco de actores destaca por encima de todos Lee Byung-Hun como el mencionado Sungwoo. Sin ser un personaje especialmente complejo, el espectador puede sentir perfectamente las emociones por las que está pasando: La duda, la rabia, la desesperación y finalmente la determinación hacia su venganza, un trabajo similar al que muestra en Encontré al diablo pero tratándose de objetivos muy diferentes. Señalar también a Shin Mina como como Heesoo, la prometida del jefe, que podría quedarse en ser la prometida de o caer en el estereotipo de mujer asiática sumisa, y sin embargo tiene un par de escenas en las que no teme enfrentar a los hombres y dejar clara su postura.

Pero por mucho que la película se tome su tiempo en plantear las relaciones existentes entre sus personajes, al final queda la sensación de que podría haber dado para muchísimo más, en especial entre Sungwoo y Heesoo, pues de ahí podría haber salido un conflicto mucho más potente de lo que acaba viéndose en pantalla, que es la sensación global que se queda después de ver la cinta.