Richard Linklater, el autor de la trilogía «Antes de amanecer, atardecer, anochecer», ha vuelto golpeando fuerte con lo que mejor sabe hacer, retratar la vida.
Boyhood (momentos de una vida) es eso, pedazos de vida encapsulados en una cámara. Cápsulas de doce años de la vida de los personajes y protagonistas, pues siendo los mismos vemos su evolucion con el paso del tiempo.
Multipremiada ya en los BAFTA, los Golden Globe y en Berlin, espera a ver cuantas de las seis nominaciones a los Oscar que posee se materializan.
¿Pero qué tiene Boyhood que la hace realmente mágica?
En un primer momento lo que destaca claramente es la duración del rodaje. Doce años nada menos. Pero no sólo la duración sino también el trabajo, dedicación y compromiso que todo ello conlleva. Con sólo ese aspecto la película, el autor, los actores y todo el equipo merecen ya un enorme respeto.
Pero la magia que Linklater sabe hacer surgir de aspectos cotidianos da un plus de atracción a toda la historia.
Si preguntan cual es el argumento de la película la respuesta es casi única, la historia de la vida de Mason y su familia, a quienes lo único que les pasa es precisamente el tiempo. Nada espectacular, nada que sobresalga. No hay grandes dramas, no hay grandes fiestas, no hay efectos especiales ni una apabullante banda sonora. La pureza lo hace todo.
El cine de Linklater, si más no sus trabajos más reconocidos, se basan en eso. En dar importancia a la belleza de lo cotidiano. A la calma y a la suavidad del paso del tiempo. Al saber enfocar con maestría, y no hablamos de tecnología, sino de saber encontrar el punto más brillante a cada momento, haciendo emocionantes los buenos y tristemente hermosos los malos. Todo forma parte de ese conjunto vital que llega nos revuelve y se va.
Es la vida la protagonista en todo, como se dice en la película, «no somos nosotros quienes aprovechamos los momentos, es la vida la que nos aprovecha a nosotros».
Eso es Boyhood, dejad que se aproveche de vosotros y no os arrepentiréis.
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