Apple se suma al terreno de las comedias románticas contemporáneas con Contigo, todo (All of You), una historia que intenta llevar el amor al terreno de los algoritmos. En teoría, una propuesta moderna que busca explorar cómo las emociones humanas se enfrentan a la perfección matemática, pero que, en la práctica, se queda algo corta en emoción y chispa.
La trama sigue a Simon y Laura, dos amigos desde la universidad que siempre han tenido una conexión especial, de esas que flotan entre la amistad y algo más. Sin embargo, la historia da un giro cuando Laura decide realizar un test que promete emparejar a las personas con su alma gemela ideal. El problema es que ese cálculo perfecto no siempre tiene en cuenta los matices del corazón. Los años pasan, sus caminos se separan y, cuando vuelven a encontrarse, ambos se enfrentan a la incómoda certeza de que quizás dejaron pasar su momento.

Contigo, todo propone una reflexión sobre el amor en la era digital, sobre cómo las relaciones se han convertido en fórmulas y porcentajes, olvidando el factor impredecible del deseo, del error o del simple azar. Su director William Bridges, en esta su ópera prima, plantea un mundo ordenado donde los sentimientos parecen medirse en datos. Sin embargo, el resultado final se siente tan calculado como la aplicación que satiriza.
Las interpretaciones de Brett Goldstein e Imogen Poots no logran conectar, ni entre ellos ni con el público (al menos conmigo). Falta química, y eso en un drama romántico es como hacer una tortilla sin huevos: posible, pero sin gracia. El guion, que empieza con buen pulso, se diluye en una narración que avanza en círculos, con diálogos que repiten la idea de que el amor puede planificarse… cuando la película demuestra justo lo contrario.
Aun así, Contigo, todo deja una pregunta interesante: si pudiéramos saber de antemano quién es nuestra pareja perfecta, ¿realmente querríamos saberlo?











