El juego de Gerald
Muchas (demasiadas en realidad) son ya las adaptaciones de las obras de Stephen King. Todas ellas tienen sus puntos fuertes y débiles y, según el cristal con el que se mire, son amadas, odiadas o pasan totalmente inadvertidas; por eso resulta muy complicado calificar a una adaptación como buena o mala porque siempre habrá opiniones encontradas. Habrá quien pese a las limitaciones de tiempo y narrativa del cine aún exigirán mayor fidelidad con lo escrito. Otros hablarán de lo bueno que es sin importar los cambios. Y otros más podrán emitir una opinión desconociendo por completo la obra literaria y hasta podrá adjudicar a la película la responsabilidad de haberle acercado a la literatura.
Es por todo lo anterior que, al hablar de “El juego de Gerald”, me alejaré por completo de la comparativa, casi olvidando que está basada en un libro de Stephen King y me ahorraré el típico dicho de que el libro siempre es mejor para concentrarme en el trabajo cinematográfico por el simple gusto de ver una película.
Es así como puedo decir que “El juego de Gerald”, una producción de Netflix dirigida por Mike Flanagan, tiene tantas cosas a favor como las tiene en contra; es una película que sorprende, mantiene la tensión, cumple con su parte dramática y se desenvuelve con facilidad, pero que también carece de elementos que conecten algunos hechos y se desmorona con su final que está sobre explicado.
La historia nos habla de Jessie (Carla Gugino) y Gerald (Bruce Greenwood) quienes son un matrimonio maduro que lleva tiempo teniendo problemas en su intimidad. Para solucionarlo deciden viajar a una cabaña en el bosque alejada de todo aquello que los perturba. Una vez a solas, Gerald le propone a su esposa un juego sexual que consiste en atarla a la cama con ayuda de unas esposas, sin embargo, las cosas no marchan tan bien como ellos esperaban y en medio de una discusión el esposo muere de un infarto sin que Jessie, que aún permanece atada a la cama, pueda ayudarle. Con el marido muerto, incomunicada y con las manos esposadas, ella comienza una ardua lucha por encontrar una manera de sobrevivir y escapar de ese lugar.
La trama se convierte en un monologo psicológico y delirante que mantiene la tensión todo el tiempo y que va alternando conversación con las alucinaciones de la mujer, que cree ver a su marido y a ella misma representando partes de su propia personalidad, por ello, a pesar de que en términos generales es un solo personaje el que habla, hay una amplia conversación entre los actores.
El escenario es tan sencillo que prácticamente la película completa se concentra en esa habitación, con solo dos actores dando de si mismos lo mejor para conseguir crear un terror psicológico que funciona bien, sin parecer teatral y sin perder la esencia de telefilm que toma desde el principio. Desafortunadamente, todo esto está aderezado con diversos flashbacks que si bien, están justificados dentro de la historia, no están insertados de la mejor de las formas, pues llegan sin mucho aviso y en un todo demasiado fantasioso, tanto que podrían representar una alucinación y no un recuerdo. Los actores que aparecen en las memorias de la protagonista, no se comparan con el ritmo e intensidad de sus protagonistas por lo que desencajan de la escena principal.
El final de El juego de Gerald también se cae un poco, porque tras mostrarnos una historia intensa y llena de drama, se convierte en una narración extraña que se explica sobremanera sin necesidad. Entre sus altas y bajas, “El juego de Gerald” es una buena propuesta, que entretiene, envuelve psicológicamente y logra mucho con solo dos actores y una habitación a pesar de que hay cosas que le terminan sobrando.