El fantasma del Paraíso
El fantasma del Paraíso es una de las primeras películas que dirigió el ahora ya consagrado director Brian de Palma. Conocido por obras como Carrie, Los Intocables o la más reciente Passion, el director rodó en 1974 una película que con el tiempo pasaría a formar parte del grupo de las denominadas de culto.
El argumento es fácilmente reconocible. A un autor musical, Winslow Leach, le roban la obra que ha creado para ser aprovechada por un productor sin escrúpulos llamado Swan. Al intentar recuperar su trabajo sufre un grave accidente que le deforma la cara obligándole a llevar máscara y a deambular por los escondrijos de un local llamado Paraíso, a modo de fantasma.
De muchos orígenes bebe la película de De Palma. El principal, claro está, es El fantasma de la ópera. Pero también es fácil reconocer en ella, El retrato de Dorian Gray o Fausto.
Con esa base, el director crea un magnífico musical, formado por canciones pegadizas compuestas por Paul Williams que su vez se encarga de dar vida al malvado Swan.
Muchas de las huellas del autor se reconocen ya en la película. El sexo, la split screen o los guiños, algo más que guiños a veces, al maestro del suspense Alfred Hitchcock. Desternillante resulta la parodia que en este caso crea de la mítica escena de la ducha en Psycho.
Bajo la influencia de todas estas obras literarias, se encuentra latente la feroz crítica a la ambición, ya sea en el mundo del espectáculo o en cualquier otro ámbito. Todo el mundo quiere más, nadie se conforma, todos persiguen el éxito sin importarle a quien pisan. Incluso la dulce Phoenix (Jessica Harper) cae en la tentación cuando ve cercana la realización de su más ansiado sueño, ser una cantante de éxito. La orgiástica escena final que De Palma nos regala, resulta mucho más terrorífica que cualquiera que podamos ver en Carrie o en Sisters. Terrorífica por lo real, por el reflejo de una humanidad que no se comprenden unos a otros. Una humanidad sedienta de éxito y que siempre pide más y más hasta la extenuación.