Flow, un mundo que salvar
El discurso pesimista y hasta cierto punto catastrofista de que las carteleras de medio mundo están abarrotadas de ideas poco originales parece no tener fin. Sin embargo, esta declaración si se mira hacia las películas de animación queda bastante descartada, pues aunque si es cierto que los grandes estudios de vez en cuando sigan apostando por secuelas de sus cintas más exitosas y veneradas, los grandes estudios y en muchas ocasiones los estudios independientes externos a Estados Unidos suelen brindar propuestas originales, de mucha calidad y con unos estilos de animación dignos de recuerdo, como es claramente el caso de la película de hoy.
Debido a una gigantesca inundación que parece haber acabado con la vida humana, el hogar de un solitario gato ha desaparecido por completo y solo él parece ser el único superviviente. Sin embargo, más pronto que tarde buscará refugio en un barco a la deriva poblado de otros animales que han sobrevivido a la catástrofe. La convivencia con las otras especies a bordo del navío no será fácil, ya que cada uno tiene su personalidad y sus intereses, pero todos deberán dejar a un lado sus diferencias momentáneamente con tal de sobrevivir y enfrentarse a los retos que tienen por delante.
Manteniendo la cabeza fría, que el encanto de la propia película reside en que esté protagonizada por un solitario gato, que su viaje de aventuras y más desventuras esté basado en el ensayo y error y que haya una completa ausencia de diálogos y también de personajes humanos, pero al mismo tiempo es un riesgo que sobre el papel podría haber salido de una manera más regular o que su público fuese un nicho muy específico. Pero para fortuna de todos, Gints Zilbalodis sabe perfectamente qué quiere contar y cómo. ¿El resultado? Una experiencia inmersiva a través de los ojos y la piel del gato protagonista, es decir, un tenso viaje de adaptación y supervivencia con un dinamismo en la cámara como si fuera un personaje más. Los primeros minutos si bien pueden resultar algo confusos en cuanto a establecer un contexto espacio temporal comienzan con una tensión vertiginosa, un pequeño aperitivo de lo que la cinta es capaz de ofrecer a nivel visual y narrativo, poniéndole constantes trabas a su protagonista y emulando una conocidísima escena de El Rey León con incluso más cosas en juego y que demuestra que la cinta va muy en serio y por otra parte consiguiendo con creces su objetivo: empatizar con ese gatito, querer protegerlo a toda costa y desear con todas las fibras del cuerpo que salga de cualquier dilema que le espere.
Si la influencia de El Rey León está bien presente a lo largo del filme con el mantra del ciclo de la vida, la otra gran influencia es el relato bíblico del Arca de Noé. Dado que el gato protagonista debe sobrevivir a un diluvio catastrófico que parece no tener ningún motivo aparente en un bote que ha encontrado a la deriva y donde deberá convivir con otras especies, esa inspiración habla por sí sola. De este modo la cinta funciona como una fábula tremendamente efectiva de que para poder sobrevivir ante las adversidades cada uno debe poner de su parte, aportar al grupo por el bien común y enfrentarse a los propios miedos si eso garantiza vivir otro día. Durante toda la travesía a la que se ve sometido el felino protagonista, es palpable su evolución como un ser al principio muy territorial y autosuficiente que no necesita la ayuda de nadie y que su tendencia a socializar es escasa, además de su comprensible pavor al agua. Pero cuantos más animales vayan abordando ese pequeño bote salvavidas que será su nuevo hogar, las diferencias entre los animales y por ende sus caracteres son notables y todos deberán ceder en algún momento: El sonriente y juguetón perro, el perezoso capibara, el avaricioso lémur o el imponente pájaro secretario consiguen también robar el corazón y algunos enervar hasta la extenuación, pero al final de la aventura todos se sienten como una gran familia disfuncional que ha aportado su granito de arena para la supervivencia.
Y si ya de por sí la forma es particular y rebosa personalidad, el estilo de la animación no se queda atrás. En vez de apostar por un alarde técnico, Zilbalodis opta por una animación que parece reminiscencia de los renders en los videojuegos, confiriéndole un acabado surreal, como si toda la historia tuviese un halo onírico, que sabe sacarle todos los detalles a la frondosa naturaleza de la que se rodea y que posee unos colores vibrantes como prueba de ese nuevo mundo al que deben enfrentarse los animalitos.
El cine de animación en 2024 puede estar de enhorabuena con propuestas de calidad y tan variadas, y desde luego esta película es prueba de ello, de que a veces las palabras no son necesarias para crear una aventura que rebosa emoción y cala hasta lo más hondo.