Más negro que la noche
Después de un largo tiempo con las salas de cine cerradas las estadísticas (que me acabo de inventar) indican que es el cine de terror el que está ayudando a la industria a consolidarse nuevamente tras su apertura. Aunque la verdad es que aún se mantiene un ambiente de desconfianza entre la población en muchas partes del mundo y yo sigo sin atreverme a salir a ver una película y como buena amante del terror, siento un profundo vacío al no poder ir a disfrutar de los estrenos. Para no caer en cosas ilegales, me enfoqué en seleccionar entre mis recursos una película de terror mexicana para calmar mi necesidad de sustos y elegí “Más negro que la noche, (2014)” de la que les quiero platicar un poquito.
La película dirigida por Henry Bedwell, es un Remake de la obra homónima del genial Carlos Enrique Taboada que se estrenó en 1975; en ambos filmes se relata la historia de Greta (Zuria Vega) que, al morir su tía Ofelia (Lucía Guilmain), le hereda una vieja casa. Para poder acceder a la herencia, la tía deja una condición, su sobrina deberá cuidar de su mascota Becker, un gato negro. Aunque Greta y sus amigas deciden mudarse a la casa para cumplir con el encargo, el gato aparece muerto. A partir de ese momento, cosas muy extrañas comienzan a suceder.
En su momento (1975) esta historia tuvo suficiente éxito y con el paso del tiempo, se convirtió en una película de culto entre los mexicanos. Quizá es por esto por lo que la nueva versión modernizada, causó altas expectativas, además de atreverse a ser la primera película en 3D producida en México.
La nueva versión de “Más negro que la noche”, tiene sus puntos buenos, como que respeta lo suficiente la historia original, tiene escenas bien logradas en determinados momentos y trata de esquivar los tópicos comunes del “nuevo cine mexicano”, sin embargo la mayoría de las expectativas se terminan cayendo por la cantidad de desaciertos que se cometen.
Para comenzar las actuaciones son bastante flojitas, probablemente por un error de Casting que trató de seleccionar muchas caras conocidas entre los mexicanos como Adriana Louvier, Erendira Ibarra, Ona Casamiquela o Margarita Sanz, en lugar de optar por la calidad. Otro de sus errores es valerse de sustos demasiado simples y poco trabajados lo que incluso le quita la clasificación de terror. El gato, que debería ser un personaje más en la historia y que debería ser motivo de miedo, está muy desperdiciado y termina por ser un objeto más. En su intento por hacer 3D, digitalizan en exceso las escenas más importantes lo que deja una gran sensación de irrealidad que le resta verosimilitud.
En el desarrollo, se sirven demasiadas veces de Flashbacks que más que explicar, cansan al publico que está esperando que algo terrorífico suceda y, pese a las muertes y la sangre, en realidad no se transmite que algo esté sucediendo.
Es una pena que, en el intento de rescatar el buen cine de terror mexicano, que lo hay aunque haya muchos que lo nieguen, se termine dejando pasar sin pena ni gloria una historia que bien contada podría dejar un muy buen sabor de boca. Si me lo preguntan sí recomiendo verla por pasar el rato, pero vale mucho más la pena darle una revisada a su versión original.