Verano del 69, dirigida por Jillian Bell, es una historia ligera, que quiere mezclar nostalgia y autodescubrimiento en un cóctel que suena familiar desde el minuto uno. Bell, que ya había demostrado su talento como actriz en películas como la comedia Brittany corre una maratón, se pone detrás de la cámara para firmar una película que apuesta por el optimismo descarado y los buenos sentimientos. Una de esas cintas donde todos aprenden algo, nadie sale realmente herido y todo termina con un atardecer y una sonrisa.
Sinopsis de Verano del 69
Abby (Sam Morelos) es una estudiante de secundaria tímida, que, entre partidas de videojuegos y transmisiones en directo, siente que no ha vivido nada relevante. Cuando su enamorado de siempre, Max (Matt Cornett), rompe con su chica popular, Abby ve su oportunidad de “convertirse” en quien él quiere. Para lograrlo, contrata a Santa Mónica (Chloe Fineman), una stripper que deberá enseñarle sobre sexualidad, confianza y… bueno, esa posición del “69” que según los rumores Max aprecia mucho.
A lo largo de la película también acompañamos a Santa Mónica en su propio conflicto: su club está en riesgo, sus amigas trabajan duro, la vida adulta llama a su puerta. Y mientras Abby aprende a “ser vista”, Santa Mónica relee su propia historia. Pero, pese a los ingredientes, la película decide no ensombrecerse del todo… lo que la hace curiosa, pero también un poco evasiva.

Reseña de la película
Verano del 69 tiene momentos simpáticos; algo de química entre Morelos y Fineman; algunos gags funcionan; la estética juvenil está ahí. Pero al mismo tiempo, muchas de sus promesas no se cumplen. Los conflictos apenas arañan la superficie; los temas interesantes como autoestima, sexualidad, relaciones generacionales, aparecen y desaparecen como invitados de paso. En su afán de ser ligera, evita tocar fondo.
La película me llevó a preguntarme: ¿Cuántas veces esperamos pasarlo “bien” sin permitirnos sentirnos incómodos, afrontar algo realmente complejo o equivocarnos? Abby quiere gustar, quiere transformarse, y Santa Mónica quiere validación. Pero la película, quizá por miedo a complicarse, decide que todo acabe “bien”, rápido, sin mucho rasguño. Y ahí pierdes la oportunidad de empatizar de verdad (por eso tampoco profundizaré en mi reflexión, por ser coherente con la película jejeje).
La dirección de Bell tiene su energía, pero a ratos siente que camina sobre terreno conocido, sin arriesgar suficiente en los giros. Es entretenida, pero no memorable: como esa comedia de instituto que te destrabas en el sofá, la disfrutas, pero al día siguiente apenas lo recuerdas.
Verano del 69 es bastante floja. Con buen rollo, con intención, pero no sé si llega a correcta. Sin duda esperaba más: más riesgo, más impacto, más de ese vértigo que puede tener una comedia juvenil cuando decide no conformarse. Si estás en modo “cine ligero” la puedes disfrutar; pero si buscas algo que te remueva, mejor que ajustes expectativas.











