Neruda
¿Quién dijo que para amar se debe estar enamorado de una persona?
Se puede amar el viento, la luna y sus estrellas, el mar y sus tempestades. Puedes amar el cine, la poesía, un partido político.
Puedes amar la ficción, lo irreal, la utopía. Puedes amar ser protagonista de una novela o puedes amar ser quien la escribe. Puedes amar Chile, Argentina o Francia. A Benedetti o a Neruda.
O puedes amarte a ti mismo, y convertirte en el escritor y a la vez en el protagonista. Hacer de Santiago y de París, del español y del francés, las cunas de los más hermosos poemas.
Neruda, enamorado de Neruda, de su voz de poeta empedernido, de comunista fiel y amante de las mujeres, es una vez más, el protagonista de una historia capaz de transportarte a esas tierras latinoamericanas, llenas de paisajes maravillosos y acentos seductores.
A manera de thriller policial, se desarrolla la nueva cinta de Pablo Larraín, quien no cesa de mostrarnos un Chile real y fuerte (Santiago 73 post mortem en el 2010 y No en el 2012) y a todos aquellos que lo conforman. Es por esto, que el director no se intimida al llevar a la gran pantalla a un exponente de América Latina, premio nobel de Literatura en el 1971, el poeta y activista político, Pablo Neruda.
La historia se centra en la persecución del escritor por parte del Presidente chileno Gabriel González Videla, interpretado por el extraordinario Alfredo Castro (Desde allá en el 2015), quien acusaba al poeta de calumnias en su contra en el momento que declaraba la ilegalidad del Partido Comunista en 1948, momento a su vez, en el que Neruda escribe su poema épico: El Canto General.
Latinoamérica, llevada a lo más alto gracias a la hermosa fotografía de Sergio Amstrong (Desde allá en el 2015, No en el 2012), es el escenario de una historia no biográfica, pero que se preocupa por mostrar al poeta como símbolo supremo de emociones ajenas, no siendo esto necesariamente positivo. Desde su esposa (Mercedes Morán), pasando por el partido que él tan orgullosamente representó, hasta llegar al policía que desesperadamente buscaba hacerse un nombre en una sociedad que sufre de Alzheimer, personificado por el genial actor mexicano Gael García Bernal, increíble con su logrado acento chileno a la perfección.
García Bernal es el personaje secundario de esta historia lo quiera o no, y es contra lo cual lucha desde el inicio de la misma: necesita ser el protagonista, necesita atrapar al poeta para hacerse un nombre y pasar a la historia. Las ansias por ganar en este juego de egos en el que se encuentra él junto a su fugitivo, lo lleva a lamentables situaciones, donde se realza lo tonto que realmente es. El personaje de Oscar Peluchonneau narra la historia en voz en off, trayendo consigo una cadena de contradicciones que nos hace pensar que este personaje ni siquiera existe, sino que es una creación más de la vivaz imaginación de Neruda, quien necesita del mismo para realzar su heroísmo o hacer de su historia de persecución una más interesante.
De ahí se delata el carácter ficticio del film, como igualmente se ve en ciertas conversaciones cuando son mostradas en planos distintos, haciendo que el recuerdo “veraz” de que alguna vez sucedieron, sea poco creíble. Igualmente en el reflejo constante de luz en el objetivo de la cámara, otorgándole un toque de fantasía a a ciertas escenas. El juego de sombras y la yuxtaposición de imágenes y voces nos abre a la posibilidad palpable de que todo se encuentre en la mente de Neruda.
Por otro lado, el astuto poeta y fugitivo parece no poder contener la emoción que este juego le causa, casi a manera de perversión. Luis Gnecco, quien interpreta a Neruda, merece un reconocimiento en oro por su interpretación. Qué grande y qué hermoso es ver en la pantalla algo tan parecido a la poesía, que al cerrar los ojos puedas sentir cómo Neruda se posa en la voz de este grandísimo actor hasta llegar a todos los sentidos del espectador a la hora de recitar sus poemas. Absolutamente perfecto.
Neruda, clandestino y engreído, Luis Gnecco, perfecto y poético. Peluchonneau, tonto y patético, Gael García Bernal, genial como él solo puede serlo y Pablo Larraín, un director de alta gama que vuela cada vez más alto.