Tokyo Godfathers

¡Ay!, la Navidad… Esa época que está instalada, desde hace varios días, en la mayoría de los hogares en diversos países del mundo. Cómo no darse cuenta de su presencia si las calles se llenan de luces parpadeantes y pinos mutilados que rebozan de artilugios coloridos, las tiendas aprovechan la temporada para incrementar en buena cantidad sus ganancias y hacia donde volteemos hay una nueva “oferta”. Cómo se nos va a olvidar la Navidad si es cuando se reúne esa familia que un único día se trata con afecto, pero es sólo porque no tendrán qué verse el resto del año. Y porque, por supuesto, el olor a comida en el horno es inconfundible, no hay más cenas cómo esta en los 364 días que nos restan en un año.

No hace falta ser un genio para adivinar lo poco afecta que soy a esta celebración, pero con el paso del tiempo he encontrado mis alternativas para no ser un típico Grinch que le amargue los días a los demás a causa de mis propios traumas. Y quizá una de mis actividades favoritas para aprovechar las vacaciones y el clima frío que predomina en fin de año es prepararme maratones de películas y este agonizante 2018 se me cruzó por el camino una historia navideña que me ha dejado un poco sorprendida y con un buen sabor de boca.

Se trata de Tokyo Godfathers, estrenada en el 2003, dirigida por Satoshi Kon, perteneciente a los estudios Madhouse (Death Note, Cardcaptor Sakura).

Es una animación japonesa que cuenta la historia de 3 amigos que, por diferentes circunstancias de vida, han terminado viviendo en la calle. Sus historias son tan diversas como sus personalidades. La más pequeña de ellos, Miyuki, ha escapado de casa; Gin es un exciclista que se ha vuelto alcohólico y Hanna es un travesti que sueña con ser madre. Su aventura comienza una noche antes de navidad en la que encuentran a una bebé abandonada en un basurero en el que ellos buscaban comida.

Estos tres contrastantes personajes tendrán la difícil tarea de encontrar el hogar de la pequeña que acaban de encontrar venciendo no sólo los obstáculos que el camino les ponga enfrente sino sus propios secretos, temores y amarguras, enfrentar también su pasado y descubrir a través de tanta peripecia los lazos que los unen y revalorar todo aquello que en verdad necesitan en sus vidas.

Para ser un cuento de navidad que, de manera muy sutil muestra rasgos bíblicos, es una historia muy bien narrada que no deja tiempo para aburrirse, es entretenida y las partes sentimentales no llegar a ser empalagosas ni exageradas. La animación es muy agradable y tiene una composición creativa bastante atrayente a la vista.

Quizá lo que más me sorprendió es que a pesar de ser una animación y tocar casi toda la gran multiplicidad de tópicos navideños aderezados de amor y paz, es un relato muy realista que no desborda fantasía ni crea escenarios imposibles; lo que la vuelve mucho más cercana al publico y tiene una mayor facilidad de tocar sentimientos que otras cintas más fantasiosas.

Aunque no deja de ser un cuento dulce y navideño, sí deja espacio para que aquellos que preferimos pasar las navidades en la comodidad de nuestra cama y sólo en compañía de la televisión, nos replanteemos la posibilidad de darle otra oportunidad a la fiesta y a la familia y dignarnos a presentarnos con una sonrisa sincera a la hora de la cena.

Así que mi recomendación es darle una oportunidad a esta película y seguirla pasando bien, que todavía nos falta la cena de año nuevo. ¡Felices fiesta a todos!