Toni Erdmann
Tras ganar el premio FIPRESCI (el máximo galaradón que concede la prensa) en la pasada edición del Festival de Cannes, arrasar en la última edición de los Premios del Cine Europeo consiguiendo cinco premios y estar preseleccionada para competir en los Óscar como película de habla no inglesa, este fin de semana llega a las carteleras españolas la inclasificable cinta alemana.
Ines es una mujer que trabaja sin parar en una empresa alemana con sede en Bucarest. Su continua preocupación y obsesión con su trabajo ha hecho que se distancie de otras actividades y vea con escasez a su familia. El asunto cambiará cuando su padre Winfried se presente sin avisar en Bucarest y le haga una simple pregunta: Si Ines es feliz. Ante la ausencia de respuesta, Winfried creará un alter ego llamado Toni Erdmann para ayudar a ver a su hija la vida desde otra perspectiva.
Pese a lo radicalmente distintas que son, no puedo evitar que se me venga a la mente la comparación con Swiss Army Man. Ambas se revisten de dramedias para tratar temas básicos consiguiendo que quien las ve no olvide las cintas en cuestión durante un tiempo. En el caso de la película alemana, se utiliza una relación padre-hija para contar un problema que quizás no se le da la suficiente importancia: la adicción al trabajo. Solo con esta premisa podría ser un drama convencional que narrase las consecuencias de ese problema, quizá cayendo en tópicos. Pero la directora y guionista decide añadir una situaciones cómicas completamente absurdas que es inevitable que al final no acaben aflorando sentimientos en el espectador, aunque esos sentimientos puedan ser de vergüenza, de incredulidad o de carcajadas genuinas. Y eso es lo que la hace única.
Desde de la presentación, queda claro el carácter que tiene Winfried. Es un hombre bromista que busca el bienestar de sus seres queridos, y si tiene que llegar a hacer bromas incómodas o absurdas con tal de alegrar el día, lo hará sin pensárselo dos veces. Posiblemente su personaje pueda resultar tan excéntrico porque destaca en todo ese entorno gris y empresarial, y solo quiere disfrutar de ese efímero período de tiempo que es la vida. En cambio, Ines cumple con el prototipo de mujer trabajadora, fría, dura, que vive pegada al móvil o al ordenador, va vestida como una ejecutiva y toda su vida tiene un estricto orden. Por si eso fuera poco, su trabajo está dominado por hombres y en ocasiones sus labores son banales e incluso machistas, de esta forma es más difícil ascender en el terreno laboral. Inevitablemente, padre e hija colisionarán y se darán situaciones dramáticas y cómicas por igual.
Maneja los dos tonos completamente diferentes para crear algo nuevo y logra que su mensaje cale en lo más hondo. Desde que somos pequeños nos bombardean la cabeza que a base de trabajo duro uno logra sus objetivos. Pero, ¿hasta qué punto hay que dedicarse al trabajo? Los padres son los primeros que se van a alegrar por los logros de sus hijos, se sentirán inmensamente orgullosos. Sin embargo, la clave está en saber encontrar el equilibrio correcto entre trabajo y diversión. Y no necesariamente la felicidad está ligada con el éxito. Uno también debe fracasar de vez en cuando porque es lo que nos hace humanos, tocar fondo para volver a la superficie. Desde luego con el film no puede quedar más claro. Todos necesitamos de vez en cuando a un Toni Erdmann.
Tal vez lo único reprochable es su excesivo metraje. Lo que cuenta podría haberse acortado aunque solo fuera un poco. Por supuesto que hay una progresión hacia lo hilarante, pero eso influye en el resultado final dando lugar a una historia irregular con unos momentos brillantes y memorables.