El globo rojo
En 1956 Albert Lamorisse dirige El globo rojo, mediometraje premiado en Cannes como mejor cortometraje y con el Oscar al mejor guión original.
La película protagonizada por Pascal Lamorisse, hijo del director, cuenta la historia del vínculo que se establece entre un niño y un globo rojo.
Entre todas las películas que hablan sobre sueños e ilusiones, El globo rojo merece un lugar destacado. Pocas como ella logra, desde el fondo y la forma, retratar la ilusión pura e inocente de un niño y sobretodo sacar a la luz la que todos nosotros llevamos escondida en nuestro interior.
Paseando por viejos barrios parisinos, oscuros, húmedos y grises aparece Pascal, el niño protagonista. Dentro de esa grisácea existencia una nota de intenso color aparece, el globo. El niño queda prendado de él sin remedio y la atracción es mútua. La alegria e ilusión que el globo representa queda unida a la inocencia del niño.
Sentada la base, se originan múltiples visiones que engrandecen la película.
La fría visión del mundo adulto, sin ilusión alguna, incapaz de abrir los ojos a unos sueños que muchas veces están ahí y que nos negamos a ver por el simple hecho de haber perdido la inocencia. Simplemente con alargar la mano hacia ellos nos sería posible alcanzarlos.
Visiones metafísicas que inivitan a divagar una y otra vez sobre la felicidad y la ilusión, sobre la carencia de ambas en la vida adulta. Persecución de sueños o sueños que persiguen.
Ingenuidad, emoción, maldad, risas, llantos o perversidad. Sueños, magia al fin y al cabo, todo se mezcla en esta fábula moderna que, aunque de breve duración, posee una gran extensión de ideas.
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