En un Barrio de Nueva York
Cada cierto tiempo se habla del resurgimiento del género musical en el cine. Lo cierto es que los musicales nunca se fueron de la gran pantalla, sino que a lo largo del tiempo se han ido adaptando a sus respectivas generaciones. En un Barrio de Nueva York o En el Barrio es el nuevo musical producido por Lin Manuel Miranda, el celebrado creador de Hamilton, el musical más exitoso de la última década en Broadway y al cual la industria del entretenimiento ha tratado de exprimir como si fuera el último cítrico del desierto.
Miranda, nacido en Estados Unidos y de origen puertorriqueño, fue el creador de In the Heights (título original en inglés), como musical diseñado para el teatro donde tuvo su estreno en el 2005. Esta adaptación fílmica es bastante fiel a la versión para las tablas. La historia se concentra en cuatro jóvenes de origen latino que viven en el barrio de Washington Heights en Nueva York. Sus historias son las de los “dreamers” latinos que buscan la forma de salir adelante, alcanzar sus sueños y fortalecer su identidad comunitaria en un país que parece excluirlos.
Mucho del espíritu de En un Barrio de Nueva York recuerda la visión urbana de Spike Lee en cintas como Do the Right Thing (1989), donde el foco de atención estaba en los personajes y su identidad racial y cultural. Sin embargo, a diferencia de la obra de Lee, este musical cae en varios estereotipos que restan originalidad y parecieran calcos de otras historias antes vistas.
Es cierto que En un Barrio de Nueva York muestra los rostros de quienes muchas veces la historia oficial no quiere ver. De igual forma, es meritorio que Hollywood haga una película sobre latinos sin tratarlos de delincuentes o narcotraficantes como suele hacer. Existe, sin embargo, una cierta caricaturización en esta película que es innegable, que resta méritos al notable esfuerzo por llevar a escena una historia bien construida y detallada en su producción.
El otro gran problema con la cinta es su duración. Hay al menos, un puñado de momentos musicales que pudieron ser fácilmente borrados sin que la narrativa se pierda. Las 2 horas y media de la película pesan y la frescura que se consigue con algunas escenas se pierde en la saturación de ritmos y rapeos. El lenguaje de la gran pantalla no es el mismo que el de una sala de teatro y los productores han apostado por fidelidad a la historia antes que asegurar la efectividad de la misma.
En un Barrio de Nueva York no deja de tener aciertos, es una cinta que lanza al estrellato a rostros nuevos que merecen mayor atención. Es una película con buenas intenciones pero que se deja consumir por un Hollywood que trata a sus audiencias como si fueran adictos a la Coca Cola. Algunas canciones funcionan muy bien y hay que resaltar lo elaborado de la puesta en escena. Un poco menos de exageración y esta película hubiera sido un triunfo absoluto.
