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Expediente Warren: Obligado por el demonio

Como reza el dicho, no hay dos sin tres. Y tras las excelentes Expediente Warren: The Conjuring y Expediente Warren: El caso de Enfield además de los diversos spin-offs que se han creado en torno a este macabro universo, era cuestión de tiempo que se nos brindase una nueva entrega del matrimonio Warren en la gran pantalla. El mayor temor de los seguidores de esta serie de películas era ver que en esta ocasión James Wan no estaba detrás de los mandos de la dirección y es cierto que su ausencia se nota hasta cierto punto, pero también es necesario de decir que se trata de otra entrega muy notable.

Situada a principios de los años 80, Ed y Lorraine Warren se enfrentan a un caso en el que deberán luchar por el alma de un niño que ha sido víctima de posesión demoniaca. Sin embargo, el caso no tardará en dar un giro todavía más terrorífico, hasta el punto de que llegará a los tribunales y se tratará de la primera vez que en Estados Unidos un acusado alegue posesión demoniaca.

El hecho de que la trama de la película opte con centrarse en una investigación más propia de un thriller policial podría espantar a cierto público que espere una cinta de terror puro y duro como sus antecesoras. Pero en lo personal, considero que este nuevo enfoque le sienta muy bien y le otorga unos pequeños aires de renovación. Y aunque tenga una estructura argumental donde lo importante es la investigación y el porqué de los hechos, que nadie se piense que se han abandonado las señas de identidad de la saga: Un caso paranormal interesante basado en hechos reales, unos vínculos emocionales entre las familias protagonistas bien construidos y que resultan perfectamente creíbles, los travellings en forma de plano secuencia dedicados a presentar toda la amplitud el sitio donde van a tener lugar los tétricos acontecimientos, otra serie de planos voyeur donde se intuye que una presencia maligna observa a sus víctimas o un clímax con muchísima tensión en el que más de uno puede morderse las uñas.

Lo que sí es cierto es que en el apartado del terror la sombra de James Wan es muy alargada. El encargado de la dirección, Michael Chaves, demuestra ser un realizador competente, aunque todo lo que tenga que ver con los sustos va directo a la yugular desde el minuto uno, dejándose por el camino la sutileza, el ajustar la tensión al milímetro, el jugueteo de las expectativas y la construcción del susto en pequeñas dosis, prefiriendo los sobresaltos más burdos con pronunciadas subidas de volumen e impacto inmediato pero menor. Tampoco ayuda que no haya ninguna criatura icónica como la muñeca Annabelle o la monja Valak que produzcan escalofríos con su mera existencia.

Expediente Warren: Obligado por el demonio

Pero no todos los cambios en la dirección son a peor. Hay alguna escena en la que, aunque los sustos sean más burdos, la atmósfera creada ayuda a la sensación de malestar generalizado. Resultan igualmente interesantes las decisiones lumínicas tomadas en el filme, donde si bien reina la oscuridad, los tonos más cálidos son muy adecuados para centrar la localización en un terreno más rural y solitario, y el rojo saturado añade un punto inquietante a todo el trasfondo diabólico, además de constatar que el precio de todo lo que está en juego es bastante elevado. Por si fuera poco, los guiños a otras películas de terror son una delicia, desde ese prólogo homenajeando al Exorcista pasando por el primer acercamiento al ente en una escena similar a una de las secuelas de Pesadilla en Elm Street y terminando por el tercer acto, donde ese clímax resulta inevitable que recuerde al Resplandor.

Pese a que el terror no sea el punto fuerte de la cinta, el carisma de los Warren sigue igual de fuerte. Su relación está tan bien construida, el cariño que se profesan de forma mutua es tan notable y la conexión previa que tienen con el espectador es la clave para que uno caiga rendido ante ellos una vez más. A ellos habría que sumarle el buen hacer de John Noble en un personaje secundario de lujo y de Ruairi O’Connor como la pobre víctima objeto del maleficio, cuya desesperación y vulnerabilidad son palpables a lo largo de todo el metraje.

En resumen, esta tercera entrega se trata de una película no tan sobresaliente como las anteriores, pero queda lejos del desastre que muchos podíamos imaginar. Y si en un futuro más o menos cercano el matrimonio Warren tiene más casos que resolver, servidora estará allí para ser testigo junto a ellos.

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