Historia de un matrimonio
La estrategia de Netflix en cuanto a estrenos de sus propios productos es un tema que cuanto menos genera un debate muy abierto. Que si sus películas son objeto de consumo durante un fin de semana antes de perderse en el vasto catálogo o que la calidad en la mayoría de los casos tampoco es especialmente alta. Incluso algunos afirman que al estrenarse directamente en la plataforma sus películas no pueden ser consideradas como cine. Sin embargo, la propia Netflix ha servido como refugio para un grupo de cineastas muy interesantes y variados que en algún momento los estudios no siguieron adelante con sus proyectos. Y para deleite del espectador, hay casos, como ya sucediese con Roma y como ocurre con la película de hoy, en los que hay que agradecer que el gigante del streaming haya apostado por dar libertad creativa y de medios a estos directores. Os hablo de Historia de un matrimonio.
Charlie y Nicole son un director de teatro y una actriz que se encuentran en pleno proceso de divorcio. Pese a que en un principio el objetivo es que la separación sea lo más amistosa posible y que el bienestar de su hijo prevalezca sobre todo lo demás, el proceso se volverá más agresivo tanto en el terreno profesional como en el personal.
La presentación de los dos personajes principales a través de un exquisito prólogo que se basta con voces en off y un magnifico montaje es suficiente para dar a conocer el tono que va a tener la cinta: Con respeto por ambos personajes y con una naturalidad que resulta hasta familiar. Pero el idilio no tarda en situarse en el tiempo presente, en el que la felicidad sin duda ha conocido etapas mejores y se narra la historia de este matrimonio desde su final. A partir de ese momento, cada uno tiene sus escenas para explicar cómo se sienten, y es fácil de comprender por qué han surgido las discrepancias entre ellos. Cada uno quiere la felicidad y sentirse realizado de una forma diferente. Pueden haberse conocido y haber entablado una relación preciosa, pero sus inquietudes van en direcciones distintas.
Y puede parecer que la trama al tratar exclusivamente de la relación entre Nicole y Charlie y cómo se es testigo de su separación de manera progresiva no da para mucho. Aunque como bien reza su sinopsis, no tardan en salir a la palestra los reproches y las culpas, fruto del tener abogados de por medio en el que cada uno busca su propio beneficio. Pero contra todo pronóstico, estos abogados no son presentados de forma unidimensional como tiburones que solo buscan oler la sangre en el agua, ya que fuera de su oficio sacan su lado más humano, engrandeciendo así a los personajes con escenas para el recuerdo y dotándolos de capas.
Igualmente, resulta curioso como al asistir al distanciamiento entre los dos protagonistas aquí no haya solo melodrama fácil. En el guion abunda la comedia y está en un milagroso equilibrio con el drama. El tono navega con una soltura pasmosa entre los momentos más cómicos relacionados con la familia, con los diferentes modos de vida en Nueva York y Los Angeles o con el trabajo de cada uno para en la siguiente escena desembocar en una escalada dramática donde priman los ataques verbales. Y cada discusión entre ellos duele tanto por la forma en la que está filmada y porque uno entiende sus motivos. Es incluso más doloroso ver al hijo de ambos en medio de dicha disputa y como hasta cierto punto cada progenitor quiere ganar terreno sobre el otro.
Más allá de la brillantez del guion y los diálogos a la hora de hacer grande una situación cotidiana y del propio Noah Baumbach por medir a la perfección los tonos, el montaje hace que la historia se sienta dinámica, por lo que también está muy medido a la hora de dejar respirar a los personajes, de mostrarlos cómodos en un entorno o de ponerlos contra las cuerdas. Y todo a base de planos secuencia sencillos en ejecución y que permiten el lucimiento pleno de sus actores. Tanto Adam Driver como Scarlett Johansson rebosan química y ofrecen unas interpretaciones contenidas hasta que rompen y no hay vuelta atrás, sin muchas florituras de modo que todo parece más genuino. Pero es que no solo los dos actores protagonistas están fantásticos, pues con los secundarios ocurre lo mismo, en especial en los casos de Laura Dern (los seguidores de Big Little Lies estarán encantados con su personaje) y Alan Alda como los abogados del matrimonio, llegando a ser unos verdaderos robaescenas.
Si hay que encontrarle un detalle mínimamente negativo, diría que el relato no es del todo equitativo, pues predomina más la visión de Charlie que la de Nicole, algo comprensible y hasta cierto punto inevitable teniendo en cuenta que es difícil discernir donde termina la historia real de Baumbach y donde comienza la ficción. Pero ello no les resta ni un ápice de calidad a la película, que por méritos propios debería ser una de las imprescindibles del año.