Hogar
“Se está mejor en casa que en ningún sitio“, nos aseguraba Dorothy al final de El mago de Oz. Tal y como están las cosas, parece que nuestras casas son el único sitio en el que vamos a estar durante una buena temporada. Aunque para Javier, el protagonista de Hogar (Álex y David Pastor, 2020), una casa no es solo el lugar donde resides. Es una extensión de ti mismo. De tu vida. De tus logros.
Javier (Javier Gutiérrez) es un publicista en paro que parece haberse quedado anclado en un pasado en el que su vida era perfecta. Ahora se ve obligado a mudarse a un piso pequeño en una zona lejos de la exclusiva urbanización a la que estaba acostumbrado. Su relación con su mujer no pasa por los mejores momentos, y su hijo preadolescente le parece un extraño. Pero armado con un olvidado juego de llaves de su antigua casa y la fijación de recuperar la vida que cree que merece, conseguirá cruzarse en el destino del nuevo inquilino (Mario Casas), y no con buenas intenciones.
No neguemos la verdad. La sinopsis es digna de una película alemana de sobremesa de Antena 3. Y como en este tipo de filmes, habrá algunos momentos en los que tendremos que dejarnos llevar por la suspensión de incredulidad (sólo unos pocos y nada que impida que disfrutemos de ella). Pero lo que los hermanos Pastor han hecho con Hogar dista muchísimo de ser un producto mediocre. Veamos por qué.
En primer lugar, la iluminación y la fotografía son una verdadera delicia. Las escenas nocturnas e interiores están maravillosamente iluminadas y crean una atmósfera inquietante, ayudadas por un diseño de producción minimalista y sumamente efectivo, en el que los personajes y paisajes son continuamente enmarcados por puertas y ventanas. Javier es publicista. Y Hogar no deja de ser un enorme escaparate que nos muestra un modo de vida para el que much@s de nosotr@s somos meros espectadores. Esta estética de anuncio publicitario está tratada de forma sutil durante todo el metraje, aunque los hermanos Pastor se muestran explícitos tanto en el arranque como en el cierre de la película en una fórmula de reciclaje que funciona de maravilla.
En segundo lugar, el tono de thriller y la tensión son bastante destacables. ¿Qué usan recursos reconocibles y puede que manidos? Tal vez. De alguna forma, Hogar tiene un aire al suspense de Hitchcock, quien también gustaba de utilizar herramientas que en su momento eran consideradas nada elevadas cinematográficamente hablando y que sin embargo conseguían elevarte el pulso. Un montaje medido y un estudiado flujo de información hacia el espectador son las principales armas de esta película. Pero Hogar todavía se reserva un as en la manga.
No soy muy fan de Mario Casas, lo reconozco. Lo disfruto muchísimo en comedia, pero en drama nunca consigo conectar con él. Me cuesta entender lo que dice, para qué mentir, y me suele parecer sobreactuado (y digo “me parece” porque es algo absolutamente subjetivo). Sin embargo, aquí me ha sorprendido gratamente. Una dicción estupenda, y una actuación muy controlada me han reconciliado con él. Así y todo, Casas tiene poco que hacer frente al gran Javier Gutiérrez, que nos brinda como siempre un trabajo impecable, ajustado a cada escena y al devenir de la historia. A pesar de ser un hombre que no destaca por su gran envergadura, su presencia ante la cámara es indiscutible. Llena la pantalla tan sólo con su mirada o su postura. Me conquistó en la producción de terror televisiva La habitación del niño (Álex de la Iglesia, 2006) y desde entonces ninguno de sus trabajos me ha defraudado.
A pesar de que Hogar no resulta tan redonda como El autor (Manuel Martín Cuenca, 2017), con la que es irremediable compararla, su visionado es totalmente recomendable para l@s que disfrutasteis de ella. Con ecos de El cabo del miedo (Martin Scorsese, 1991) y Retratos de una obsesión (Mark Romanek, 2002), estoy segura de que os hará pasar un buen rato durante estos días en los que “el bicho” nos obliga a permanecer en la seguridad de nuestros hogares.