La chica del 14 de julio
La semana pasada quedó una cosa un poco densa hablando de Arcadia. Por eso esta vez vamos a aplicar un poco de ligereza al tema, porque estío suena como hastío, pero se supone que es lo opuesto uno del otro.
Un ejemplo de lo que debería ser el verano es La chica del 14 de julio. Libre, espontáneo, mundano, algo absurdo, siempre renovador y sobre todo divertido, muy divertido. Al menos así debería sentirse el verano. Pero claro, para obtener esto de la temporada vacacional más calurosa del año, como del cine, a veces es necesario estar predispuestos, anímicamente predispuestos.
La chica del 14 de julio espira todo eso y encima se ríe de sí misma, de su país y de sus tradiciones. Una cinta verdaderamente autocrítica siempre desde un espíritu festivo, cómico y poco convencional, especialmente en estos tiempos de secuelas, precuelas y nostalgia ochentera. Porque La chica del 14 de julio recuerda a los sesenta, a playa vanguardista o nudista, a viaje improvisado y a compañía atrevida y un poco inconsciente, a pesar de acercarse sin palabras al análisis social de una forma pocas veces vista últimamente.
Esta película es francesa, ya aviso, porque el humor es lo que tiene, también, y hay que ser capaz de entrar en él. No todo el mundo puede con Francia, ni siquiera de vacaciones. Antonin Peretjatko es el director y guionista de esta obra con olor a Nouvelle Vague, cuyo título hace referencia al día de la toma de la Bastilla, la conmemoración principal de nuestro país vecino del norte. Los, en apariencia, sinsentidos de la trama pueden disgustar a algunos, pero otros adorarán este carácter desenfadado, porque también existe gente así en la realidad, que parece que no se entera de nada, pero cuya compañía pocas veces suele desagradar.
Y como suele ocurrir con las (buenas) vacaciones de verano, La chica del 14 de julio se hace muy corta, pero queda para siempre en el recuerdo, como algo diferente, novedoso y vívido a lo largo de nuestras vidas. Ligero y trivial, sí, y sin embargo lleno de detalles que evocar y de los que reírse siempre en el futuro.
A disfrutar de las vacaciones, y de nuestro querido mes de agosto, que ya llega.