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El caballero verde

En 2017, A Ghost Story resultó ser una pequeña sorpresa dentro del circuito de películas independientes y del catálogo de la productora A24, quienes poco a poco han sabido labrarse una identidad propia, establecer su propio lenguaje audiovisual y dar a conocer nombres de realizadores cuanto menos interesantes. Entre esos nombres se encuentra el de David Lowery, quien después del éxito crítico que le supuso la mencionada cinta volvía con un nuevo trabajo que se antojaba radicalmente distinto en cuanto a temática por lo que había ciertas expectativas y hoy por fin he podido salir de dudas.

Basada en el poema medieval Sir Gawain y el Caballero Verde, la historia sigue a Sir Gawain, el sobrino del Rey Arturo y su búsqueda del Caballero Verde tras el desafío propuesto en la corte.

He de admitir que no estoy familiarizada con el poema original, tan solo me suenan los principios básicos de la leyenda y los textos del Rey Arturo, así como ciertos personajes que ya son parte de la cultura popular gracias a las numerosas leyendas y adaptaciones tanto al cine como a la televisión. Pero si se debe tener en cuenta que si han trascendido tanto al paso del tiempo se debe a ese carácter intrínseco de leyenda clásica, al arquetipo del héroe de Joseph Campbell tan popular en los relatos de fantasía. Y es que al final a la hora de abordar un relato tan clásico, es habitual que el espectador tenga en la cabeza la idea predeterminada de los pasos del llamado héroe en su búsqueda, casi de forma esquemática.

Es ahí, dentro de ese esquema tan marcado a las leyendas y los mitos, donde se produce la primera ruptura. Desde la primera escena, a partes iguales misteriosa e inquietante, se anuncia que la historia que se va a narrar no es la que los espectadores tienen en mente. Y el guion juega de forma continua con ese conocimiento que poseen los espectadores sobre el camino tradicional del héroe para romperlo por completo y revisarlo con ciertas dosis de humor, provocando que con esa revisión del mito se abran nuevas posibilidades que capten la atención. Pero quien esté familiarizado con los anteriores trabajos de David Lowery sabe que por mucha ambientación medieval y componentes fantásticos que haya de por medio, lo que va a primar es la introspección, por lo que de manera inevitable predomina la sustancia sobre el contenido.

El caballero verde

Si bien la sustancia a través de los suaves y estudiados movimientos de cámara que enfatizan el entorno, ya sea entre muros fortificados o en la más amplia de las llanuras; del lenguaje dual del color, de los claroscuros que dominan el espacio volviéndose una parte fundamental del marco, de los grandes planos generales que sitúan a Gawain pequeño frente al mundo y frente a su destino, de los vestuarios reconocibles para la época pero con cierto matiz de ensoñación febril que le confieren mucha personalidad, similar a The Fall; de las licencias para el surrealismo más desconcertante, de la cuestión constante del honor y la revisión del mito y de la presentación de los episodios como si estuvieran sacados directamente del poema gracias al recurso de la tipografía gótica tan característica resulta visualmente estimulante, no se puede negar que el ritmo es muy irregular entre los actos y que pone a prueba la paciencia de más de uno, llegándose a plantear en más de una ocasión más allá del viaje si hay algo que se quiera narrar.

Respecto a las actuaciones, al estar todo tan construido alrededor del viaje del héroe, es habitual ver a Dev Patel, el encargado de dar vida a Gawain, en un ejercicio de mayor introspección y solo ante el peligro, pero en los momentos de mayor acción y tensión demuestra que es la elección idónea para encarnar al mencionado caballero que se aleja más del arquetipo perfecto de la leyenda para construir un personaje con grises y que acaba coronándose interpretativamente en el epílogo, otra vez creando una ruptura sobre las ideas preconcebidas. Y mención especial a Ralph Ineson como el Caballero Verde, que si bien no sale tanto en pantalla, con su sola presencia (con un aspecto que recuerda al Rey de la noche de Juego de Tronos) y su tono de voz logra un antagonista a la altura de las circunstancias que resulta temible.

En resumen, se trata de una revisión del mito artúrico a través del propio viaje del héroe arquetípico con una puesta en escena que puede evocar a la grandilocuencia y la majestuosidad de un poema medieval, pero que a veces todo ese envoltorio y esa rimbombancia pueden ensombrecer las brillantes luces como las tinieblas en el bosque.

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