La sustancia
Queda ya lejano el año 2017, cuando Coralie Fargeat irrumpió haciendo el suficiente ruido en el circuito de festivales con su ópera prima Revenge. Sin contar algún trabajo esporádico para la televisión, han tenido que pasar 7 años para que su segundo largometraje viese la luz. Y el resultado en esta ocasión ha logrado poner patas arriba todos los festivales por los que ha pasado, llegando incluso a hacerse con el premio a mejor guion durante la pasada edición en Cannes. Todo un logro para tratarse de un proyecto tan bizarro, pero al mismo tiempo sensacional y que tiene de base un tema universal.
Elisabeth Sparkle es una actriz de Hollywood en horas bajas que ha quedado relegada a hacer programas de aerobic en la televisión. Para su 50 cumpleaños, el productor de la cadena de televisión anuncia que debido a su avanzada edad ya no necesitan más de ella. Pero a través de una serie de eventos, Elisabeth descubre una sustancia que promete generar “una versión más joven, más bella y perfecta” de ella. Las instrucciones sobre el uso son claras y todo parece ir sobre ruedas, pero no pasará mucho tiempo hasta que esa nueva versión de Elisabeth decida tomar el control sobre ambas.
La búsqueda de la juventud eterna no es un tema nuevo a la hora de hablar de fantasía o terror. Gran parte del atractivo de los vampiros más contemporáneos reside en esa inmortalidad, en ese aspecto de lucir eternamente joven con un pequeño o gran precio a pagar. Y una de las obras más célebres de Oscar Wilde hablaba precisamente de la vanidad y el hedonismo por la búsqueda de la belleza a toda costa, dejando de lado los aspectos más morales. Incluso dentro del subgénero del body horror se pueden encontrar numerosas cintas de experimentos que salen mal debido a operaciones estéticas, productos cosméticos o fines científicos nobles con terribles resultados. Mezclar la belleza con el horror supone juntar dos extremos opuestos pero que paradójicamente suele desembocar en excelentes resultados. La tarea de Coralie Fargeat a la hora de juntar los ideales de la belleza en la sociedad actuales, la hiperestilización en todo el envoltorio y el body horror más grotesco no era fácil y podría haber sido uno de esos casos en los que por mucho abarcar se termina apretando poco, solo que el resultado es maravilloso a todos los niveles.
Es de agradecer que el filme no se ande con rodeos a la hora de visibilizar el maltrato físico y verbal que sufre el cuerpo femenino, ya sea a través de los ojos ajenos y de los propios. El cuerpo queda reducido a pura materia que es moldeable a ojos de la sociedad, con una presión infinita por lucir siempre perfecto porque la competencia por estar siempre delante de la pantalla y ser la sensación del momento es feroz. Porque como todo en la vida, el cuerpo tiene fecha de caducidad, ¿pero es acaso la sociedad demasiado cruel en poner una fecha de caducidad demasiado temprana? No solo con el cuerpo femenino, sino con cualquier cosa. Un día se puede estar en lo más alto, mientras que al cabo de unos días eso ya es algo del pasado. El apetito de la sociedad por la novedad es cada vez más vertiginoso, reduciendo a las personas al último trend de TikTok, y al final la simple idea de perder el control sobre tu propio cuerpo mientras estas a merced de los demás es aterradora.
No es casualidad que Fargeat le de un aspecto a su película a través de la fotografía con colores fuertes como el pasillo de la cadena de televisión que podría remitir al pasillo del Overlook en El resplandor y contrastes debido a la pristina blancura del baño (un baño que por otra parte podría acabar siendo tan memorable con el baño de Saw por todo lo que encierra entre sus paredes), una atención hasta el más mínimo detalle tanto en lo visual como en el sonido por explorar las reacciones sensoriales a través de primerísimos primeros planos de comida, del cuerpo femenino, de las capas del cuerpo, de la propia sustancia o de las consecuencias de su mal uso, una banda sonora a base de electrónica oscura y de sintetizadores que se queda grabada a fuego en la cabeza, agudizando de por sí la tensión que contiene la cinta; y por supuesto, no teniendo ninguna clase de piedad a la hora de mostrar la violencia.
Y es que si algo han demostrado los realizadores de origen francés, y donde Fargeat no es ninguna excepción, es en ser unos auténticos maestros a la hora de plasmar una violencia que jamás es gratuita, sino que es incómoda ver y obliga a apartar la vista. Las mutilaciones y la sangre están a la orden del día, al igual que los magníficos efectos prácticos con los que esas malformaciones se desatan por completo y que llenarían al John Carpenter de La cosa y a David Cronenberg de orgullo. Es curioso como además de la seriedad que mantiene la película respecto a su tono por el tema a tratar también tiene momentos puntuales donde puede prestarse más a la comedia, la comedia incómoda o grotesca pero comedia al fin y al cabo, desembocando en un tercer acto que es una absoluta locura comparable con el desenfreno que era el tercer acto de Maligno.
Lanzarse de cabeza hacia un proyecto de estas características requiere de una valentía indescriptible, por lo que Demi Moore y Maragret Qualley demuestran aquí que tienen unas agallas como pocas. En el caso de Moore parece que el papel esté hecho a su medida, como una vieja gloria más conocida por su belleza y su aspecto físico en épocas pasadas, donde sus días más gloriosos ya han sucedido y tiene que luchar por mantenerse en el ojo del público, tratando de sobrevivir a las duras críticas sobre su físico y a todas las voces que sin conocerla de nada buscan destruirla en un rol que requiere haber sudado tinta y una entrega física sin parangón que pone de manifiesto lo buena actriz que es. Y en el caso de Margaret Qualley la confirma como una de las actrices más estimulantes de su generación, apostando por proyectos arriesgados donde es mucho más que una cara bonita, es una actriz increíblemente capaz de mirar a la cara a sus coprotagonistas y no achantarse ante el reto. Como bien dice la película, ellas no son dos, son una.
Tratar de describir la experiencia que supone La sustancia es un trabajo difícil, pues es uno de esos casos donde uno tiene que ver para creer como semejante maravilla es posible. El último deseo es que Coralie Fargeat tarde otros 7 años en presentar un nuevo trabajo, pero si finalmente la espera nos brinda otra cinta tan notable como esta, la espera estará más que justificada.