Nunca me abandones
En anteriores ocasiones he mencionado que mi gusto por las historias no solo se limita al medio audiovisual, sino que se extiende hasta los libros. Y si bien es cierto que mis preferencias literarias no se diferencian mucho de lo que habitualmente suelo buscar en películas o series, al final del día casi que dependiendo de mi humor termino leyendo todo lo que cae en mis manos. Con la película de hoy se sentía como una pequeña deuda pendiente que no se alejaba mucho de mis gustos y ha llegado por fin el momento de ponerle remedio. Os hablo de Nunca me abandones.
Basada en la novela homónima de Kazuo Ishiguro, la historia sigue las vidas de Kathy, Tommy y Ruth, tres amigos que pasan su infancia en Hailsham, un misterioso internado en Inglaterra que los prepara concienzudamente para su futuro. Sin embargo, una vez han crecido y deben adentrarse en el mundo adulto, los tres tendrán que hacer esfuerzos para que el destino y los sentimientos que se profesan no los separen por completo.
Desde el punto de vista de la adaptación, se puede afirmar que hay un gran trabajo detrás por parte del director y del guionista, quienes captan a la perfección los temas principales de la novela original junto con la amalgama tan compleja de géneros que se va revelando poco a poco como si fueran capas. Al mismo tiempo, elementos inherentes a la narración literaria como la voz en off o el punto de vista de Kathy, quien al fin y al cabo es la protagonista, en la cinta son empleados tan solo en momentos puntuales, de modo que adquieren mayor importancia en los momentos clave y su punto de vista no queda reducido solo y exclusivamente a su percepción, por mucho que las revelaciones se tomen su tiempo tanto para ella como para los espectadores, de modo que el jarro de agua fría es igual de estremecedor para ambos.
Admito que el nombre de Mark Romanek en la dirección era desconocido para mí, pero el ver a Alex Garland como el encargado de adaptar la historia hizo que todo cobrase sentido, pues el uso de la ciencia ficción como elemento para indagar en lo que significa ser humano de un modo minimalista, las repercusiones éticas que puede tener la ciencia aunque en el fondo se emplee con buenas intenciones, el escueto reparto, el ambiente más campestre en medio de la nada pero a la vez tan melancólico, ese aura de cine independiente de ritmo más pausado pero potente en su fondo y el manejo de varios géneros con precisión son sin duda elementos que se pueden asociar con sus trabajos posteriores. Y si bien es cierto que la premisa de la película sobre lo que acontece en Hailsham que se descubre nada más empezar se podría calificar de ucronía, con todas las luces el filme es también un drama romántico y descorazonador, cercano incluso al romance gótico por toda la ambientación que rodea al internado y a la inminente tragedia que se cierne sobre el trio protagonista.
Sin embargo, esos temas a tratar que se podrían antojar como llamativos son un arma de doble filo, pues aunque ciertamente están ahí y se van desvelando con pulcritud entre las paredes de Hailsham y gracias a las inquietudes de los personajes, da la sensación de acaban engullidos por los propios personajes, quienes siguiendo su cometido se limitan a cumplir con lo establecido para ellos, con su rol o su destino dependiendo de a quién se le pregunte, y desenvolviéndose con más como ese drama con tintes muy románticos donde los alumnos no son más que cobayas para un propósito mayor que ellos, uno que es inevitablemente trágico y que poco importa cuánto lo intenten ni lo que tarden, no pueden escapar de él. Pero al final no termina resultando lo suficientemente atractiva ni como película de ciencia ficción minimalista e introspectiva ni como drama romántico debido a la aproximación tan fría y distante, por mucha atmósfera melancólica creada y por muchas pinceladas intrínsecas que haya en su argumento.
Entre todo ese ambiente enrarecido los personajes logran brillar con luz propia, siendo estos la principal consecuencia de un plan que va mucho más allá de ellos, por lo que su comportamiento extraño a medio camino entre la inocencia y el desconcierto ante la circunstancias tan particulares ciertamente está logrado gracias a sus tres actores principales. Carey Mulligan, Andrew Garfield y Keira Knightley no podrían estar mejor elegidos para sus respectivos roles, pues saben mimetizarse a la perfección con el entorno, construir la compleja relación que mantienen los tres a lo largo de los años y mostrar con precisión todas las emociones necesarias de manera sutil hasta que les acaban sobrepasando.
En líneas generales, se trata de una adaptación muy fidedigna para bien y para mal, donde sus preguntas sobre la ética son estimulantes, pero su enfoque tan frío es la gran barrera para que su planteamiento termine de calar en el espectador.