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Memories of Murder

Debido al fenómeno que supuso Parásitos, que mejor excusa que seguir indagando en la interesante filmografía de Bong Joon-ho. Y echando la vista atrás, he caído en la cuenta de que si bien había visto sus películas con un reparto más internacional, no había visto nada suyo en la propia Corea más allá de la mencionada Parásitos, por lo que era hora de ponerle remedio.

Basada en hechos reales, la historia se sitúa en Corea del Sur en el año 1986, en una pequeña localidad rural donde aparece el cadáver de una joven brutalmente asesinada. Lo que parecía un hecho aislado no tarda en repetirse, dando a pie a múltiples asesinatos muy parecidos al primero. Será tarea de Park Doo-man, el detective local, y de su equipo tratar de averiguar quien es el asesino. En su búsqueda se les unirá Seo Tae-yoon, un detective procedente se Seúl que ha pedido que le asignen a dicho caso.

Si uno lee la sinopsis puede tener motivos suficientes para creer que se trata de un procedimental al uso, y lo cierto es que la investigación policial ocupa gran parte del metraje, pero en ningún momento se siente como algo que se ha visto en infinidad de veces, pues Bong Joon-ho sabe darle la suficiente personalidad a la historia para mantener casi de forma ininterrumpida la atención del espectador. Para ello busca romper con los estereotipos de las cintas policiales, dándole varios vuelcos a la investigación, llevando a los policías a callejones sin salida y generando frustración tanto en ellos como en el espectador. Esto dota a la cinta de un ambiente realista en cuanto a la investigación casi sin igual, porque es cierto que se le pueden sacar similitudes con Seven o Zodiac de David Fincher (siendo esta última las más parecida pero posterior al filme coreano) pero está tan marcada dentro de un contexto temporal y cultural especifico que se siente como un trabajo muy particular.

Memories of Murder

Y aunque la investigación sea el eje que mueve los engranajes de la película, tiene muchas más aristas que los hechos objetivos. Gracias a ese ambiente realista situado en una zona rural, la capa de verdad viene sola. Todo el proceso policial se siente rudimentario, en consonancia con la atmósfera creada, donde las personas se agolpan para ver los cadáveres con curiosidad ante tan insólito suceso pero también sin grandes medidas de protección por parte del cuerpo de Policía. Y es en ese ambiente tan local pero al mismo tiempo tan universal que el director y guionista aprovecha para hacer una pequeña radiografía del país: las diferencias culturales que se pueden establecer con Estados Unidos a la hora de abordar el caso, una sutil crítica a las apariencias entre clases sociales, el machismo directo o indirecto tan arraigado dentro de la sociedad, el papel que desempeñan los medios en una situación tan delicada, el poder intimidatorio de las fuerzas de seguridad y las inevitables diferencias entre la gente de ciudad y la gente de áreas rurales.

Precisamente esto último desencadena una subtrama de poder muy potente entre los dos detectives, ya que ambos tienen formas diferentes de proceder ante las evidencias. Mientras que Doo-man está dispuesto a emplear cualquier método (con violencia de por medio) con tal de esclarecer la investigación, y al mismo tiempo posee una intuición casi innata, fruto de todos sus años de trabajo que le han aportado la experiencia suficiente. En cambio Tae-yoon es más metódico, más organizado y en teoría menos temperamental, pero a medida que la investigación va avanzando va sacando lo peor de ambos, resultando en una colisión física y verbal de posturas contrapuestas aunque en el fondo los dos quieran lo mismo. Y tanto Song Kang-ho como Kim Sang-kyung interpretan a la perfección sus personajes, con todos sus matices, su progresivo desgaste y su rabia final que acaba brotando como un torrente en el clímax.

Todo este ambiente tan realista ayuda a que la historia vaya de menos a más y acabe en un punto muy alto. Y su cierre está en una simbiosis perfecta con todo lo que se ha mostrado con anterioridad y pone de manifiesto que en ocasiones las historias reales son más poderosas que cualquier ficción.

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