Fahrenheit 451
El pasado 22 de agosto se conmemoró otro año del nacimiento de Ray Bradbury, razón de más para hacer una revisión una de sus obras más famosas, Fahrenheit 451. La lectura siempre ha sido uno de mis grandes amores, pero le soy infiel con el cine. Por eso, cuando supe que HBO, lanzó en 2018 una adaptación cinematográfica de la obra distópica del escritor norteamericano, no dudé en darle un vistazo. No debí hacerlo.
La historia, tanto en el libro como en la película, describe un mundo en el que los libros están prohibidos como si fueran el peor de los males que acechan a la humanidad y se precisa destruirlos, para ello el Heroico cuerpo de bomberos, no se dedica a apagar incendios, sino a provocarlos, quemando todo aquel libro que encuentran escondido en manos de algún traidor al sistema. El bombero Guy Montag (Michael B. Jordan), está orgulloso de cumplir con su deber, hasta que comienza a leer esa información prohibida y decide separarse del sistema establecido.
La adaptación de Fahrenheit 451 no comienza mal, se apega en bastantes detalles al libro y el diseño visual que presenta resulta perturbador si lo comparamos con el mundo digital en el que vivimos hoy en día. Pero, como bien es sabido, no hay adaptación que mantenga la fidelidad en cada punto y coma, por lo que a los guionistas Amir Naderi y Ramin Bahrani (que también es el director), se les ocurrió incluir un romance entre Montag y Clarisse McClellan (Sofia Boutella) en medio del caos; lo que no hubiera estado mal si al menos hubieran hecho parecer enamorados a los personajes.
Y es que, pese a tener la premisa de un mundo en el que la eliminación del conocimiento y la dependencia de la tecnología debería tener personas presas de una falsa felicidad, los personajes parecen más bien estresados, frustrados y acomplejados, sin demasiadas variaciones en sus emociones. Tampoco es queja, pues en el libro algunos de los personajes tienen esta característica, como el Capitán John Beatty (Michael Shannon). Sin embargo, cuando tienes una sobrecarga injustificada de falta de emociones en el cine y ausencia de momentos de tensión, lo único que puedes conseguir es una linda canción de cuna.
La idea de un mundo cuasi perfecto al que nadie en la vida real quisiera llegar está bien planteada, lo lamentable es que la dejan caer lentamente con el avanzar de la película, desaprovechan los grandes momentos de tensión presentes en el libro y, lo que podría haber sido una obra perturbadora y sensibilizadora, se termina sosteniendo sólo de una moraleja demasiado previsible y gastada.
Definitivamente debí seguir con la lectura y no aventurarme a una decepción como esta con Fahrenheit 451.
