Kingdom

Lo sé, me repito mucho… pero es que es enterarme de que hay zombies de por medio y pierdo la poca sesera que me queda. En este caso la culpa la tuvo una serie coreana de lo más bizarra (estrenada por Netflix) llamada Kingdom. Así que tocaos la testa con un buen sombrero cordobés o un saco de rafia, rezad para que amanezca y ¡preparaos para el Apocalipsis Zombie Asiático-Medieval!

Kingdom está ambientada durante el reinado de la dinastía Joseon, en una Corea medieval sumida en luchas internas de poder. Por un lado, un anciano y enfermo rey al que nadie, a excepción de su joven y embarazadísima segunda esposa y su ladino padre, tiene acceso; por otro, un acomodado príncipe heredero que ve peligrar su ascenso al trono. Y de fondo, las noticias de que un extraño mal se está extendiendo por un reino azotado por el hambre y la pobreza (lo mismo el argumento os suena un poquito a Juego de Tronos, pero total, si ya está todo inventado…).

Dirigida por Kim Seong-hoon, la serie parece estar basada en un webcómic creado por Kim Eun-hee, una conocida guionista y dramaturga coreana. Y digo parece porque tras bucear en varios foros manga, resulta que no hay consenso en el título (¿Land of the Gods o Kingdom of the Gods?), ni acceso alguno al mismo. Incluso hay algunos que postulan que puede tratarse de una adaptación de Burning Hell, una publicación que terminó abruptamente y que sitúa su trama en los enfrentamientos coreano-japoneses durante el periodo Edo (aunque personalmente creo que esta referencia está traída por los pelos, ya que es el escritor también coreano Youn In-wan quien consta como autor de la malograda saga).

Orígenes misteriosos aparte, Kingdom ha resultado ser una agradable sorpresa en el subgénero zombi. Los coreanos ya habían apuntado maneras con la más que recomendable Train to Busan, y con esta serie demuestran que han venido para quedarse. Su propuesta dota a los muertos vivientes (de tipo ganadores de medallas olímpicas en maratones, nada de arrastrar las piernas en marchas lentas e inexorables) de una característica que resulta novedosa y que permite que las escenas de acción y persecución, sumamente efectivas y con dosis correctas de sangre y casquería, se alternen con intrigas palaciegas y políticas. Esta estructura cíclica, además, nos da la posibilidad de que conozcamos mejor a los personajes principales: de dónde vienen, qué los mueve y sobre todo, cómo evolucionan. Para much@s, tal alternancia en el ritmo es uno de los puntos negativos de la serie. Sin embargo, en mi caso ha ido a parar a la columna de los pros, ya que enriquece a los protagonistas y los despoja del tufillo a arquetipos que los envuelve al comienzo de la serie. A veces un mismo personaje nos resultará odioso, valiente, conmovedor o divertido, y es esa “tridimensionalidad” en su construcción lo que provocará que suframos y nos preocupemos por ellos y que no se conviertan simplemente en “carne de zombie”. Eso sí, preparaos para actuaciones histriónicas e hilarantes, que harán las delicias de aquell@s acostumbrad@s al cine asiático, pero que sin duda chocan con nuestra concepción occidental de lo que debe ser una interpretación “seria”.

Uno de los elementos más destacables de Kingdom es su diseño de vestuario, cuidado al detalle y de un colorido y originalidad que llamará sin duda nuestra atención. Vaya por delante que siento predilección por el hanbok, el vestido tradicional coreano. Aquí los veremos en multitud de formas, cada uno de ellos adecuado a la clase social de quien los viste. También se ha mimado la reproducción de armas y armaduras, pero sin duda el protagonismo lo tiene la colección de sombreros que veremos desfilar capítulo tras capítulo, a cual más extravagante y absurdo a nuestros ojos de hombres y mujeres del siglo XXI. La calidad de la producción es también palpable en los escenarios: palacios profusamente decorados, aldeas y ciudades diseñadas con el equilibrio justo entre realismo histórico e idealización, localizaciones naturales que parecen salidas de un catálogo de viajes… A ello debemos añadir una fotografía e iluminación, tanto exterior como interior, de una innegable belleza, que contrasta con la casquería y la oscuridad de las escenas de acción, creando en ambos casos la atmósfera perfecta para cada escena.

Los seis episodios que conforman la primera temporada de la serie (afortunadamente ya está confirmada la segunda) me duraron apenas un par de tardes. Dado que me lancé a por ella al día siguiente de su estreno, no tuve más opción que disfrutarla en perfecto (divertido a la par que ininteligible) coreano, por lo que no puedo comentaros nada acerca del doblaje en español. Éste fue añadido por Netflix con posterioridad, intuyo que sorprendidos por su gran acogida incluso en versión original. Junto con The Haunting of Hill House, parece que Kingdom está llamada a convertirse en otro de los (pocos y) grandes aciertos de producción de la plataforma en cuanto a series de terror.