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A Real Pain

Desde mi punto de vista más personal, siempre me llama la atención de manera positiva cuando un actor opta también por ocupar la silla del director y hacer su propia película. En el mejor de los casos puede salir un gran realizador a tener en cuenta capaz de ofrecer cintas tremendamente loables como Ben Affleck o John Krasinski con Un lugar tranquilo. A pesar de no tratarse de su debut como director, este segundo trabajo con Jesse Eisenberg detrás y delante de la cámara ha cosechado varios elogios allá donde se ha estrenado y con buenos motivos.

David y Benji son dos primos judíos totalmente diferentes que se unen para emprender un viaje a Polonia con el fin de honrar la memoria de su abuela, originaria de allí. Sin embargo a medida que se va desarrollando el viaje, debido a las palpables diferencias de carácter entre ambos, ciertas tensiones no tardarán en salir a la luz.

La primera evidencia que queda patente nada más comenzar la película es el gran manejo de los tonos trágico y cómico a través del guion y de la dirección. Solo así se puede explicar que la cinta inicie con un plano de Benji y sus ojos vidriosos, donde queda patente el dolor interno que lleva consigo sin haber abierto la boca; para luego dar paso a una escena donde se presenta a David, como un alguien más ansioso, con menos habilidades sociales en una sucesión de devenires más cómicos hasta que ambos primos se encuentran y entonces la tragedia y la comedia van rotando como una pelota de ping-pong para descubrir poco a poco las aristas de los dos primos, sus vidas individuales, su relación entre ellos a través de los años o las relaciones intrafamiliares para terminar dibujando unos personajes absolutamente imperfectos, cada uno afectado de una manera distinta por el dolor y la pérdida como si tratasen de personajes sacados de la filmografía de Alexander Payne.

Dado que el destino del viaje es Polonia y la historia familiar está directamente relacionada con el Holocausto, la opción fácil seria tirar por el sentimentalismo y dramatismo que un tour explorando uno de los episodios más siniestros de la humanidad claramente tiene. Pero Eisenberg demuestra mucha inteligencia logrando que nuevamente, el tono se sienta ligero. David y Benji son parte de ese tour junto con otras personas con pasados trágicos, explorando la historia de lo que pasó en Varsovia o Lublin con delicadeza pero sin ahondar en la herida de forma evidente, simplemente dejando que los personajes se expresen por sí solos y a través de Benji, aportar una pequeña luz entre tanta oscuridad con formas poco ortodoxas pero muy válidas al fin y al cabo, especialmente durante una escena de discusión entre él y el guía del tour discutiendo diferentes perspectivas de abordar la historia que puede ser chocante y hasta generar algo de vergüenza ajena, pero con la cabeza fría uno es consiente que aunque las formas de Benji se expresar su opinión no son las más correctas, el fondo de su critica hay buena parte de razón.

A Real Pain

A destacar también de forma positiva el retrato que se hace de Polonia en el filme. Por parte de las lentes estadounidenses, muchas veces ignorantes del mundo más allá de sus propias narices, es muy fácil dejarse por llevar por clichés de representar países que estuvieron al otro lado del Telón de Acero como una masa de cemento gris, siempre nublada, deprimente y con retraso respecto al mal llamado mundo occidental. En su lugar, Eisenberg deja a un lado todos esos terribles estereotipos y muestra un país como lo que es la actualidad: con sus rascacielos en el centro de Varsovia, sus días de sol, sus centros históricos pintorescos, su interesante gastronomía, sus mercados tradicionales y sus monumentos que son el vivo recuerdo de la historia de un pueblo, trágica y heroica a partes iguales, un país que en definitiva dan ganas de perderse entre sus callejuelas y explorar su pasado y su presente.

Más allá de su telón de fondo como viaje catártico, los dos grandes pilares de la película son David y Benji. El primero, interpretado también por Jesse Eisenberg, tiene pequeños momentos brillantes para alguien tan contenido y con tantos problemas de ansiedad, cómo trata de sobrellevarlos en su día a día y su conexión con su primo pueden pasarse por alto ante la interpretación que destaca por encima de todos, la del coprotagonista Benji, o lo que es lo mismo, de Kieran Culkin, como un personaje con una gran depresión a través de su mirada, con actitudes erráticas, una profunda empatía con todos aquellos que le rodean y un don natural de ser carismático y amable en cada interacción, reflejando así la complejidad del dolor interno frente a cara externa de la depresión.

En resumen, se trata de una ligera dramedia sobre el dolor y como el trauma generacional tiene diferentes consecuencias para cada uno, pero está tratada con tanto respeto y genuinidad que es difícil no caer rendido ante sus virtudes.

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