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Corpus Christi

Mirando la inabarcable lista de películas pendientes, en el caso de hoy era una pequeña deuda pendiente que tenía desde hace un par de años y que se había quedado en el tintero pese a las buenas opiniones y cierto reconocimiento. Hoy ha llegado el día de por fin ponerme con Corpus Christi, y si bien entiendo las buenas opiniones al respecto, lo cierto es que tenía un planteamiento más interesante de lo que finalmente ha sido.

Daniel es un joven que durante su estancia en un centro de detención se ve iluminado por la fe católica, hasta el punto de querer ser sacerdote una vez salga de allí. Sin embargo, no puede llevar a cabo este plan dado que sus antecedentes penales no se lo permiten. En su lugar es enviado a un pequeño pueblo a trabajar en el aserradero, pero por azares del destino termina haciéndose pasar por el nuevo sacerdote del pueblo con buenos resultados, al menos hasta que empieza a indagar en una tragedia que marcó de forma inevitable a la comunidad.

Desde la primera escena queda patente que la religión católica es el elemento central de la película. Y no es de extrañar dado que la cinta tiene lugar en Polonia, uno de los países donde dicha religión está presente en todos los ámbitos de la sociedad, algo que se prolonga desde el pueblo más recóndito hasta las grandes metrópolis, tanto que incluso se podría afirmar que forma parte de su identidad como nación. Como uno de los pilares del país y la profunda penetración que el catolicismo tiene sobre la población, resulta más sencillo de entender ciertos comportamientos de la sociedad y la facilidad con la que llevan la moralidad y los dogmas tan a rajatabla, en ocasiones olvidando con la misma facilidad algunos de los dogmas que ellos mismos predican.

Y es que al final del día, por mucho que la religión haga hincapié en el concepto de la culpa y del castigo, también invita a abrazar el perdón, uno que no les es concedido a todos. Daniel es buena prueba de ello. Tiene un estigma detrás que no lo deja avanzar y encontrar el que cree que es su propósito, pero ¿cómo va a poder dejar su pasado atrás y mirar adelante con cierto optimismo si es el propio objetivo el que le pone las barreras? Con esta encrucijada, Daniel se ve envuelto en una situación donde se ve obligado a fingir ser alguien que no es con un propósito noble y que con métodos poco convencionales sirve tanto para ayudarse a sí mismo como para ayudar a la gente del pueblo, revelando la cara más sanadora de lo que supone tener fe con una sutileza muy elegante.

Corpus Christi

Al tratarse de una pequeña comunidad cerrada sobre sí misma cuya presencia en misa es casi el principal pasatiempo social, todo el gris de la fotografía junto con la niebla y la frialdad buscada le sienta como un guante al filme, incidiendo en esos sentimientos de culpa, tristeza y grises morales que sustentan la historia. Pues aunque la llegada de Daniel al pueblo con su nuevo oficio suponga una pequeña bocanada de aire fresco, las heridas del pueblo no terminan de sanar. Todo lo contrario, siguen abiertas y supurantes sin solución aparente más allá de lamerlas. Y aunque el accidente sucedido es un excelente punto dramático para explorar la doble vara de medir de la gente que se dice creyente y que finalmente acaba siendo la más cruel sin detenerse a pensar en sus actos, es igual de interesante el pequeño planteamiento de misterio que se abre a la hora de explorar el accidente, ya que le añade a la película una pequeña capa de suspense en la que poco importa la resolución, sino que también sirve como mecanismo para seguir indagando en el comportamiento de los pueblerinos.

En el centro de todo está Daniel, o dicho de otro modo, el actor Bartosz Bielenia, quien a pesar de no estar completamente solo en ningún momento del metraje, consigue llevarse la cinta de calle gracias a su carisma, su convicción y su apertura en canal durante las escenas en las que se encarga de recitar misa. Ayuda también que el actor posea un físico algo más agresivo, muy creíble con un joven que habría salido de un reformatorio, y al mismo tiempo sus ojos son un continuo espejo de la culpa, el remordimiento y un pesado pasado que no dudaría en cambiar si las circunstancias lo permitieran.

Como puntos negativos, si bien el ritmo no se ralentiza en exceso, a veces sí puede quedar la sensación de que algunas escenas en pantalla se podrían haber acortado o directamente eliminado y el resultado sería el mismo, o el hecho de que en lo personal considero que el cierre de la película podría haberse rematado mejor.

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