Dogville
Dogville fue la primera película del director danés Lars von Trier que me atreví a ver. Y digo me atreví, porque por entonces su fama de autor transgresor y polémico ya estaba bastante asentada. Para mí fue todo un descubrimiento, si bien es cierto que todo el que se acerque a su obra debe hacerlo con mente abierta y carente de prejuicios, ya que el cineasta gusta de remover los cimientos de nuestra moralidad y los del propio medio cinematográfico.
La película narra la historia de Grace (Nicole Kidman), una chica que huye de una de banda de gánsteres y que por cuestiones del azar va a parar a un pequeño pueblo llamado Dogville. Al principio, los habitantes del pueblo acogen a Grace y aceptan esconderla, pero según transcurre el tiempo y consideran que sus vidas se hallan en peligro por su culpa, su relación con ella se irá degenerando hasta límites insospechados.
Lo más sorprendente de Dogville es sin duda su puesta en escena. La totalidad de la película se filmó en una nave en cuyo suelo se señalaron con pintura blanca, como si se tratara del plano de una ciudad proyectada, o un juego de casitas infantil, paredes, calles y edificios. Apenas algunos muebles (sillas, mesas, camas…) dan contenido a las habitaciones de este pueblo carente de paredes o muros que limiten la visión del espectador. Lars von Trier utiliza esta ausencia de fronteras, lo diáfano de sus espacios, para obligarnos a centrarnos en los habitantes de Dogville, en sus palabras, sus expresiones, y sobre todo, en sus conductas.
Y esta apuesta funciona gracias a un elenco excepcional. Nicole Kidman, en el papel protagonista, nos regala una interpretación de las que hacen historia (carente de bótox, por supuesto). Grace es frágil y sumisa; la bondad, la humildad y la inocencia parecen brillar en su rostro. Sin embargo, poco a poco intuiremos que oculta un secreto peligroso y terrible. Paul Bettany, como el aspirante a escritor Tom Edison Jr., es uno de los personajes que describen un arco más pronunciado y doloroso para el espectador, que temerá sentirse identificado con él. Y encontrarnos con fieras de la talla de Lauren Bacall, Patricia Clarkson o James Caan es simplemente impagable.
La trama se divide en nueve capítulos cuyo título resume la acción que va a tener lugar. Aunque quizá la palabra acción no sea la más correcta. Es este un drama de corte teatral basado sobre todo en diálogos y gestos, y no encontraremos en él escenas que nos hagan saltar en la butaca. Sin embargo, la angustia que nos creará la situación de Grace según avanza su historia sin duda hará mella en nuestra moral. Sufriremos con ella, desearemos defenderla y salvarla, nos sentiremos impotentes ante su sumisión, y su decisión final nos planteará un dilema que cada uno deberá responder según sus principios.
Sin duda, el director se decanta por una opción arriesgada pero acertada a la hora de acompañar musicalmente las visicitudes de Grace, haciendo uso de piezas clásicas de Vivaldi, así como de alguna de Albinoni, Haendel o Pergolesi. La inclusión de las mismas nos ayudan a entender que los temas tratados por Lars von Trier en esta película, aunque crudos o incómodos, son universales e inherentes al ser humano a lo largo de toda su Historia.
Dogville es sin duda una experiencia cinematográfica única. Si aceptas su propuesta (y no te arredras ante las casi tres horas de metraje de la versión del director que puedes encontrar en Filmin), hallarás una obra inolvidable, de esas que dejan poso (y peso) en nuestro ánimo durante mucho tiempo.