Parece que desde hace una década aproximadamente cada vez que Pixar estrena una nueva película que hay una marabunta de titulares catastrofistas afirmando que el mismo estudio que ha dado obras maestras como Toy Story, Buscando a Nemo o Up ha perdido toda la magia de antaño. Unas declaraciones cuanto menos valientes, pues Pixar en los últimos años con Luca, Red o Elemental han mantenido el sello de calidad casi garantizado del estudio. Pero ese mantra de que el estudio ya no es lo que era parecía más una amenaza infundada, una alarma al puro estilo de “¡qué viene el lobo!” que nunca terminaba por cumplirse ni se materializaba en ninguna catástrofe. Y la última película de Pixar tampoco es ninguna catástrofe, pero sí que da la sensación de que el producto final está cocido a medias.
Elio es un niño de 11 años con una gran obsesión por los alienígenas, una obsesión que le ha granjeado burlas y ha hecho que le sea difícil encajar. Ambos problemas parecen solucionarse cuando por accidente es abducido por unos alienígenas pero es confundido como el embajador de la Tierra.
El primer acercamiento de la cinta se siente ya visto. Una historia trágica de un niño con sus particularidades, un entorno familiar complicado y el sentimiento universal de no encajar. Sin embargo, si bien todo su planteamiento es viable, las costuras no tardan en salir a relucir. El primer acto queda más o menos definido, pero conforme la historia va avanzando parece que vaya con el piloto automático, dando tumbos del punto A al punto B sin molestarse en construir relaciones genuinas o en crear una historia bien hilada. Una vez llegado Elio al Comuniverso, el espíritu de aventura que caracteriza todas la producciones de Disney y Pixar está ahí bien presente con sus buenas dosis de humor y drama gracias a los secundarios que van apareciendo por el camino, pero aun así es lo mínimo que se le puede pedir a Pixar.
Pero el filme durante todo su metraje no puede despegarse de la sensación de que todo lo que pretenden contar ya se ha visto antes y mucho mejor. Los temas de estar marginado y no encajar ni con la familia ni con los amigos por falta de ellos, el hecho de que un familiar pueda ser más estricto con las aficiones o el miedo de no estar a la altura de los logros de un progenitor están presentes, aunque salvo la relación de amistad que establecen Elio y Glordon, los temas parecen un mero trámite. No se profundiza especialmente en ellos, nada va más allá de la capa de lo simpático y lo entretenido. Por supuesto que hay motivos en los que se apela a la emoción, especialmente de cara al tercer acto, pero nuevamente, qué menos que no quede todo tan desdibujado y que al menos tengan esos breves instantes en los que la chispa parece brillar.
En cuanto a la animación, siento que va a ser la tónica en general de esta crítica, la reiteración. Si, los colores, las texturas y las luces son impresionantes de contemplar y denotan una factura técnica impresionante, solo que al final ninguno de los diseños de los personajes destaca por sí mismo o logra ser memorable. Personajes como Glordon o incluso Ooooo logran ser entrañables o bien por el arco de personaje o bien porque su diseño es simpático y logran sacar más de una sonrisa con sus ocurrencias, aunque lamentablemente una vez haya terminado la cinta lo más probable es que caigan en el olvido y nuevamente, lo mínimo que alguien pueda esperar de una película de Pixar es que al menos la animación este a la altura. De poco sirve tener la mejor tecnología a tu servicio si no se la acompaña con una buena historia para desplegar bien toda esa técnica.
Al final se notan los parches que le han puesto al filme como resultado final, dejando una historia con problemas de ritmo e incluso de resolución. Lamentablemente, jamás se podrá saber el resultado de lo que hubiera sido y solo se puede opinar sobre lo que ha llegado, una historia que sin ser mala, resulta tan solo simpática.