Elemental
Con los vaivenes de los últimos años debido a la pandemia, una de las decisiones más sonadas en cuanto al conglomerado de Disney se refiere es el poco tiempo que duran sus estrenos en cines para, a las pocas semanas, acabar en la propia plataforma o la decisión de mandar directamente estrenos potentes a Disney+ sin un paso previo por las salas. Con este cambio de modelo no es de extrañar que el comportamiento de los espectadores también haya cambiado. Al fin y al cabo, si en poco más de un mes la misma película va a estar en la plataforma, lo mejor es esperar y verla en casa. No se puede culpar al espectador de esta mentalidad si es lo que se le ofrece. Pero para la compañía este nuevo paradigma le ha llevado a tener sonoros fracasos económicos, y la cinta de hoy empezó su camino con muy mal pie, tanto que prematuramente se la tildó de otro fracaso, pero por el buen boca oreja que ha ido cosechando, al final ha tenido piernas para correr muchos kilómetros y convertirse en una fuente de alegrías para Pixar. Os hablo de Elemental.
La historia se sitúa en Ciudad Elemento, una gran metrópolis donde conviven los elementos de aire, tierra, agua y fuego. Entre todos esos ciudadanos se centra en la historia de Candela, una joven de fuego dedicada íntegramente a su familia y al pequeño pero próspero negocio que tienen en el barrio. Un día por circunstancias adversas conoce a un joven de agua llamado Nilo, un chico al que le cuesta mantener trabajos pero siempre se deja llevar por la corriente y en muy sensible. A simple vista ambos no podrían ser más opuestos, pero a medida que van pasando más tiempo juntos descubrirán que justo con sus diferencias ambos pueden ayudarse.
Igual que el modelo de negocio de Disney ha cambiado, en el fondo creo que nuestras exigencias con la casa del ratón también. Muchos se llenan la boca diciendo que tanto los largometrajes animados de Disney y Pixar están en horas bajas, que hace años todo lo que sacaban se podía tildar de obra maestra sin ningún ápice de duda. Pero si esos trabajos siguen contando historias cargadas de verdad, algunas más destinadas a adultos como Soul y otras más destinadas a niños como Red y que en el fondo todas consiguen emocionar, ¿de verdad se le puede criticar a un estudio adherirse a su fórmula si tan buenos resultados le dan? Si el nivel más o menos se mantiene y encima pueden permitirse el lujo de experimentar hasta cierto punto con voces nuevas, ¿cuál es el problema de el nivel sea muy notable? No siempre se puede ni se debe optar al sobresaliente, no todo tienen porque ser automáticamente obras maestras y en muchas ocasiones la grandeza radica en la sencillez.
Tras esta pequeña digresión, puedo entender que se haya dicho de ella que toma ideas de la misma factoría, siendo Zootrópolis el mejor ejemplos en cuanto al diseño de la gran ciudad, el mismo mensaje, alguna escena mítica relacionada con la lentitud de la burocracia en las instituciones y hasta cierto punto de la dinámica de la pareja protagonista siendo polos opuestos, solo que en esta ocasión en vez de ser animales son los propios elementos básicos. Y sin embargo donde más evidente se ve la diferencia es que la película de Byron Howard y Rich Moore más allá de los personajes de Judy y Gideon sí tenía esa intencionalidad de mostrar toda la ciudad, unas ricas dinámicas entre sus habitantes y que la unión entre su pareja protagonista a la par que se ayudaban entre ellos también funcionaba como los ojos del espectador para desarmar una trama mucho más grande que sus personajes. En este caso Peter Sohn lo cede todo a los personajes, una chica de fuego cuya historia de padres inmigrantes en la gran ciudad que buscan de algún modo aferrarse a sus ancestrales tradiciones hacen sentir que ella les deba prácticamente la vida y que evite juntarse con otros elementos y un chico de familia más acaudalada pero que busca incansablemente su lugar en el mundo y pese a su actitud tan noble que podría confundirse con bobalicona, siempre pone las necesidades de los demás antes que las suyas propias.
Por ello nos encontramos ante una cinta de Pixar cuyo más directo reflejo es el de Luca, ya que su primordial objetivo es tratar la relación entre dos elementos contrapuestos (ja), lo complicado que a veces resulta saber donde empieza uno mismo y donde terminan los deseos de los progenitores, como hay personas que aunque parezca imposible son capaces de ver lo bueno en lo ajeno, como el entorno no es más que una mera excusa para dicho tratamiento y por encima de todo, contar como se va gestando una genuina y enternecedora relación amorosa. Y como no podía ser de otra forma, con un acabado técnico espectacular en lo que a la animación se refiere, desde las propias texturas de los personajes, los fondos o los colores.
Con todo esto en mente, es muy notable la decisión de cederles todo el foco a Candela y Nilo (me gustaría aplaudir desde aquí el trabajo de traducción y adaptación de los nombres y varios chistes del idioma original que no pierden ni un ápice de su intencionalidad) y puedo entender que para algunos resulte frustrante que con todo el mundo que crean, las muestras de ingenio que se van dando a lo largo del filme como pueden ser la primera aparición de Nilo, quiénes son los jugadores del deporte más popular de Ciudad Elemento, las características intrínsecas que tienen Candela y Nilo con sus elementos zodiacales o la forma en la que Nilo sale de un apuro con relacionado con un ritual no sean suficientes, sino momentos aislados de grandeza en el detalle. También puedo entender que la película frustre por centrarse solo en dos elementos mientras que la tierra y el aire queden algo más desdibujados en el fondo. Pero en ocasiones la magnitud de una película reside en su sencillez y su genuinidad, algo que en este caso sobra.