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Érase una vez en Anatolia

Hace un par de años por casualidad mi camino se cruzó con el de Nuri Bilge Ceylan, y sin cambiar por completo mi vida sí tenía interés en seguir indagando en su trabajo. Dado que el cuerpo tenía antojo de thriller aunque quizá no un thriller al uso, decidí ponerme con la película de hoy que para bien y para mal, no se asemeja en nada a lo que podía esperar de ella.

En la estepa de Anatolia un acusado de asesinato trata de guiar a un grupo de policías hasta la localización donde enterró el cadáver. Sin embargo, el viaje no tardará en alargarse y en el trayecto varias verdades saldrán a la luz.

Si uno está familiarizado con el estilo del realizador turco, sabrá que está más interesado en la introspección de sus personajes que en los hechos narrativos. Esta característica es especialmente notable en la primera hora de la película, donde abundan los grandes planos generales y los personajes son tan solo una pequeña muestra frente a la imponente naturaleza y el terreno rural de la península anatólica, donde las conversaciones aparentemente triviales en medio de la nada ocupan la mayor parte del metraje pero en el fondo sirven para conocer un poco mejor a los personajes y queda una sensación de que más que una película se está siendo testigo de un proceso más parecido al de la novela, la pintura o la poesía (los referentes más similares se asemejan a la forma de filmar de Tarkovsky, situaciones similares a Mientras agonizo de Faulkner o la intrínseca profundidad de los turcos) donde los tiempos van a su aire y los detalles hay que macerarlos bien, poniendo a prueba la paciencia de cualquier espectador medio.

Y es que en ningún momento el filme le pone las cosas fáciles al público. La frustración que siente todo ese grupo al ver que la búsqueda no está dando resultado sino que se está dilatando más en un contexto temporal de una sola noche traspasa la pantalla. Esa noche tan oscura y fría en campo abierto no hace más que dificultar el trabajo de búsqueda que tantas veces en el audiovisual se resuelve gracias a la magia de la elipsis. Pero aquí solo sirve para ratificar el trabajo de las fuerzas de la ley no siempre tiene que ser extraordinario ni estar cargado de grandes dramatismos ni revelaciones, sino que hasta los casos más violentos pueden llegar a convertirse en rutina con el paso del tiempo, incluso en áreas rurales. A través de esas situaciones alargadas y llenas de contratiempos se pueden vislumbrar detalles de todos los personajes que permiten hacer un mejor retrato de ellos, pero son tan solo pinceladas que no ofrecen muchas respuestas al enigma principal, aunque es cierto que el misterio sobre el asesinato nunca es lo primordial en la cinta.

Érase una vez en Anatolia

La duda sobre si lo que se cuenta en la primera hora podría haberse reducido drásticamente permanece en el aire, pues si bien no es del todo prescindible, si llega un punto en el que se siente que todo va a la deriva y que la reflexión se ha desviado demasiado de su punto inicial. Y la respuesta podría ser mucho más clara si una vez pasado el ecuador, cuando se da el punto de giro el ritmo tomase otro cauce o todo lo que ha subyacido bajo la superficie saliese a la luz de una forma más impactante. Pero nuevamente, la película no va de eso, no se interesa por las grandes concesiones ni el melodrama puro. A su forma particular da respuestas, solo que de forma muy ambigua donde la inteligencia del espectador debe estar aguda y preguntarse a sí mismo si la resolución que da es suficiente, sobre todo con la cantidad de metraje que lleva a sus espaldas y que puede dejar más lugar de vacío que de satisfacción. Aquí más que nunca el diablo está en los detalles, unos detalles que se van cociendo a fuego lento, casi imperceptibles, solo apreciables para aquellos que hayan tenido una paciencia comparable a la de los santos.

Con un contenido tan denso y proclive a las interpretaciones sutiles, de todo ese grupo de extraños hay dos actores que son los que a mi parecer llevan el gran peso de la historia sobre sus hombros, son los que mejor reflejan los matices tan precisos con los gestos y las palabras y al final son los responsables de las conversaciones más interesantes. Estos no son otros que Muhammet Uzuner y Taner Birsel, el doctor Cemal y el fiscal Nuret respectivamente, además de ambos encarnar a los que posiblemente sean los personajes con más grises de toda la película.

Desde luego, enfrentarse a la cinta requiere de paciencia y de un estado de ánimo muy particular. Y ni siquiera puedo asegurar con todas las garantías que todo el trayecto merezca la pena por la recompensa final. Depende ya de cada uno decidir si querer seguir este viaje y ser testigos de una de las disecciones más profundas que se han dado lugar en la gran pantalla en el último tiempo.

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