Historia de mi muerte
Albert Serra dirige Historia de mi muerte, una historia diferente como no podía ser de otro modo siendo obra de dicho director.
Historia de mi muerte no propone novedad temática, salvo que une en la misma película a dos de los mitos a los que quizás más se haya recurrido en el cine, Dracula y Casanova. Así, el argumento versa sobre ellos, sobre como discurren los días del experimentado amante junto a su fiel sirviente hasta que un día su camino se cruza con el del conde de las tinieblas, el no muerto, el Nosferatu.
Si argumentalmente la historia no es en principio novedosa todo lo contrario ocurre en su tratamiento. Serra construye una pieza única y original que no se basa únicamente en reflejar los mordiscos del vampiro o los actos sexuales del célebre amante.
Una extrema dilatación del tiempo que, curiosamente, se arrastra con ligereza entre ambientes oscuros e inquietantes. Personajes estáticos que sólo reaccionan a estímulos sexuales e intelectuales.
Diálogos interesantes e hipnotizadores que respiran disfrazados bajo palabras y actitudes tan habituales y sencillas como las de cualquiera, sin necesidad de retorcimientos ni florituras.
Espectacular fotografía, paisajes de ensueño que brillan en la oscuridad embadurnada por el talco que la época victoriana desprende por todos los rincones. Lujuria, sensualidad, sexualidad y algún punto de escatológico que te descuadra por completo y te recuerda que la película que se está viendo no obedece a ninguna norma ni costumbre preestablecida. Demasiado fácil es seguramente relacionar la escena más irreverente de la película, en la que Casanova se ríe ufano de sus defecaciones, con cualquier escena creada libre y sin complejos bajo la batuta de otro director irreverente como es John Waters. Es fácil pero también inevitable.
Historia de mi muerte no es una película ligera, hay que entrar en ella con muchas ganas pero una vez dentro, el esfuerzo se ve ampliamente recompensado.