Infinity Pool
2020 supuso la consagración de Brandon Cronenberg con Possessor, un largometraje que si bien quedó más reducido al circuito de festivales, dio que hablar entre los más seguidores del género. No ha tenido que pasar mucho tiempo para que volviese a la carga y que en cierta manera la historia se repita, para bien y para mal.
James y Em Foster son una pareja que disfruta de sus vacaciones dentro de un resort turístico en la isla de La Tolqa. Pero la pareja no tardará en descubrir el alto coste que tiene salir ese complejo vacacional, ya que tras un accidente ambos se verán expuestos a la violencia desenfrenada que impera en la isla.
Es innegable que el apellido del director pesa. Y sin embargo, si se echa un vistazo a su breve pero interesante filmografía más allá del género de terror se puede apreciar que Brandon Cronenberg tiene su propia personalidad tras las cámaras, más allá de sus rocambolescos y malsanos guiones. Un buen ejemplo de ello se da en el comienzo de la cinta a través del uso de ángulos aberrantes pero con una precisión y una frialdad digna de un quirófano en plena operación, unos ángulos y unos planos poco ortodoxos que estarán presentes a lo largo de todo el metraje desestabilizando tanto a sus protagonistas como al público. Y si a esta sensación de irrealidad estética que casi podría oler a desinfectante se le añade la psicodelia sale una combinación ganadora sacada de las peores pesadillas lisérgicas.
Hubiese sido muy sencillo que Cronenberg se contentase con hacer su propia Hostel, algo que desde luego se podía intuir por la sinopsis o el material promocional y que con la promesa de violencia y hedonismo podía remitir a historias similares. Pero además de que la localización por fortuna e inteligentemente sea en un lugar inventado para evitar cualquier malentendido, es admirable como una vez llegada la media hora, tras haber construido una atmósfera muy enrarecida digna de Yorgos Lanthimos, el filme se mete de lleno en una experiencia de ciencia ficción mezclada con el terror que inevitablemente en un primer momento puede recordar a otro clásico cuyo nombre no diré a riesgo de evitar spoilers, pero su ejecución es brillante para todo lo que supone a continuación. Por si fuera poco, haciendo gala de la metaficción, la película sabe perfectamente cual es su fuente de inspiración y no se corta en referenciarla para su propio deleite y también para deleite de los espectadores.
Y aunque gran parte de su marketing se haya vendido como una experiencia muy depravada y cargada de violencia donde abundan todo tipo de fluidos corporales, ingredientes que evidentemente posee, lo cierto es que Cronenberg está más interesado en elaborar un discurso escueto y a su particular manera sobre la identidad, qué tan sencillo resulta despojarse de ella y construirse una nueva persona de acuerdo a las circunstancias y si al final del día tanto llevar una máscara que otorga cierta inmunidad se acaba volviendo una nueva personalidad. Son mimbres para un tratamiento cuanto menos estimulante que, desgraciadamente, no logran abrirse camino todo lo bien que deberían, pues ese equilibrio entre escenas grotescas que incluso se podrían tildar de mal gusto se acaban adueñando de la pantalla por completo dejando en un segundo plano cualquier intención argumental con cierta sensación de ir a la más absoluta deriva cuanto más se va aproximando a su clímax.
Con un delirio tan extraño, es de agradecer que sus actores principales en diferentes rangos sepan abrazar la locura y adentrarse en los recónditos de la mente del director sin rechistar. Por un lado está Alexander Skarskard como James, cuya función es más de ojos del espectador ante este retorcido submundo que se presenta y que sabe mantener la compostura y la cordura hasta cierto punto. Y por el otro lado está Mia Goth, quien va construyendo un personaje inofensivo con un primer vistazo para acabar siendo una completa desquiciada, demostrando por mérito propio porque es uno de los rostros más reconocidos del terror actual.
En líneas generales, parte de una idea muy interesante que luego resulta ser algo incluso mejor, pero el desarrollo y las conclusiones necesitaban un mejor tratamiento para un acabado más sobresaliente.