Inside Llewyn Davis
Leí hace un par de días, de forma casi accidental, una noticia de éstas satíricas inventadas que frecuenta elmundotoday.com donde venía a decir que Radio 3, mediante uno de sus periodistas en modo sinceridad irrefrenable, había al fin admitido que llegaban a inventarse algunos de los grupos de los que hablaban para saciar el hambre de producto independiente, más puro, más original, más todo, de parte de su público. Ésta caricaturizante noticia, aún en mi estado somnoliento recién amanecido, recuperó a mi escritorio emocional muchos de los recuerdos que Inside Llewyn Davis, la decimoctava película de los Hermanos Coen, dejó grabados en mí.
Ambientada en el barrio de Greenwich Village (Nueva York), Inside Llewyn Davis cuenta la historia de un cantante de folk de los años 60, quien, por diversas circunstancias se encuentra en una especie de deriva horizontal. El protagonista, Llewyn Davis, interpretado por el actor y músico guatemalteco-estadounidense Oscar Isaac, está basado en las memorias del músico y activista Dave Van Ronk. Sobre él, pasa un poco como en El viejo y el mar de Hemingway, gira todo y todos en la cinta. Para bien y para mal. La anodinia generalizada en la que parece vivir instalada le impide dar un paso adelante con firmeza, y a la vez, esto mismo es lo que le permite seguir sobreviviendo a su fracaso. La película hace así un desasosegante garabato de la derrota profesional, económica y personal del protagonista y del perdedor como concepto, cuyo máximo exponente es, quizás, el antiguo compañero de grupo de Llewyn, quien ni siquiera es capaz de irse de este mundo lanzándose desde el puente “idóneo”.
Por peso argumentativo, los personajes más importantes sean quizás (además del protagonista) Justin Timberlake y Carey Mulligan, que interpretan muy decentemente a dos amigos de Llewyn (Jim y Jean) del entorno folk del Greenwich. Sus personajes están ligeramente basados en Peter, Paul & Mary, musicalmente hablando. Jim es un músico mucho más comercial, un poco bobalicón, al que las cosas parecen irle bastante mejor que a Llewyn. Y Jean, su compañera habitual de shows de quien destaca sobremanera el contraste entre su sedosa y dulce voz, frente a un vocabulario plagado de improperios e insultos, y un tono despectivo cuando se dirige a lo largo de la película a Llewyn, a quien parece no perdonarle esa especie de piloto automático que ha puesto en su vida.
Además de estos, como es habitual en los Coen, durante la película van apareciendo una macedonia de personajes secundarios pintorescos que, como en Fargo, El Gran Lebowski o No es país para viejos, llevan su sello personal. John Goodman, de quien de nuevo echan mano los directores, interpreta a un músico de jazz de breve y grandilocuente discurso, que acompañará junto a un poeta beat (Garrett Hedlund) al protagonista en su viaje a Chicago en busca de su penúltima oportunidad. Allí conocerá por fin a Bud Grossman ( interpretado por el gran F. Murray Abraham) e intentará mostrarle su música.
Mención especial también a personajes marca de la casa, como el matrimonio Gorfein, el portero del edificio de los mismos, el agente de Llewyn o el polifacético militar al que acogen Jim y Jean.
Es muy evidente el homenaje brindado en esta ocasión por los Coen a la música tradicional americana, concretamente al folk, con guiños y gags constantes. Un buen ejemplo es la sobresaliente banda sonora, que contiene versiones de canciones con mucha tradición como la tantas veces versionada Dink´s Song, interpretada por el propio Oscaar Isaac y Marcus Mumford (cantante del grupo Mumford and Sons y actual pareja de la actriz de la película, Carey Mulligan). También los propios personajes, que como hemos comentado están construidos muchos a partir de músicos de la época. E incluso alguna mención “azarosa” al sargento Presley. Y como guinda Dylan.
Bruno Delbonnel, responsable de la mil veces imitada fotografía de Amelie, obtuvo en esta ocasión un óptimo resultado con una especie de dualidad entre el frío implacable neoyorquino en la mayoría de exteriores, con un color ligeramente lavado-gris, y la mezcla de maderas de instrumentos y parqués, y calidez de los interiores. Todo con un toque ligeramente cromado tipo portada de vinilo de época.
La película, que fue estrenada en 2013 (el 01-01-2014 en España), tuvo una muy buena acogida por el grueso de la crítica especializada. Sin embargo, esto no se vio correspondido de igual forma en la obtención de premios. Únicamente fue galardonada con el Gran Premio del Festival de Cine de Cannes. Lo de únicamente, siempre poniéndolo en perspectiva, y es que la mayoría de películas de los Coen cuentan habitualmente sus nominaciones y premios en los principales festivales (los Óscar, los Globos de Oro, el de Cannes o los Bafta) por decenas. Y respecto a la taquilla algo similar. Unos no llega a 33 millones de dólares. Muy lejos de, por poner algunos ejemplos, No es país para viejos (más de 171 millones), Quemar después de leer (cerca de 161 millones), Fargo (unos 60 millones) y obviamente de la más taquillera de sus películas, Valor de Ley (por encima de 250 millones de dólares).
Los hermanos Coen son, sin discusión, uno de los máximos exponentes del cine independiente americano. Y yo, imitando la estructura de la película con el Loop de retorno, retomo la noticia del inicio de éste texto. Público hambriento de grupos independientes. Sediento de cine menos mainstream y más puro. Más original, menos visto, menos famoso… Porque ese rasgo humano de querer diferenciarnos constantemente y a la vez sentirnos parte de un todo, no es de ahora, nos acompaña desde tiempos inmemoriales.