La Luz entre los Océanos
En plena resaca post-Oscars, no he podido evitar acordarme de todos esos films que se han quedado por el camino. Me refiero a esas películas que por su temática, sus actores, sus realizadores, sus guionistas o el equipo involucrado podrían ser perfectas para ser nominadas a los premios del cine o para alzarse con el galardón, y que por malas críticas, no llenar las expectativas depositadas en ellas o por una competencia feroz quedan en el olvido, como es el caso de hoy.
Situados en los años 20 en Australia, Tom Sherbourne ha regresado de la guerra al pequeño pueblo de Partageuse. Allí decide aceptar el puesto como vigilante del faro en la aislada isla de Janus. No sin antes casarse con Isabel, una mujer que conoce en su llegada al pueblo. La vida alejada aunque idílica de la pareja no tardará en tambalearse, pero cuando parece que todo estaba perdido, un bote llega a Janus. Dentro encuentran a un hombre muerto y a un bebé, y ese bebé les proporcionará algo que creían perdido: La felicidad.
La película es una adaptación de la novela de M. L. Stedman. Y tras haber visto la historia que se plasmaba en las páginas, me atrevo a decir que la cinta es muy respetuosa con el material original, que es una cosa que no todas las adaptaciones pueden decir. Los temas sobre las cuestiones morales, la carga del pasado, el dolor y los lazos familiares son la base de esta historia, y están presentes en toda la película. Sin embargo, creo que no los termina de explotar todo lo que podría o debería. Por supuesto que la pregunta que más rondará en la cabeza de los espectadores es ¿qué habrías hecho tú? y los grises morales son el motor de la trama, pero no puedo evitar pensar que se podría haber hecho más.
Afortunadamente, la historia logra mantenerse a flote gracias a sus actores muy bien escogidos. Michael Fassbender con un par de gestos y una mirada triste logra transmitir todo el peso de su pasado y sus decisiones, Alicia Vikander logra construir un vínculo con el bebé con el que uno no puede evitar enternecerse hasta llegar a un clímax desgarrador donde ella ofrece lo mejor de sí misma y Rachel Weisz, quien pese a que no tenga tantas escenas como los otros dos actores, logra aprovechar al máximo sus apariciones. Son unas actuaciones muy solventes para lo exigido, aunque me atrevería a decir que ninguno firma aquí su mejor trabajo pero sí dan lo que se podría esperar de ellos.
Otros de los grandes aspectos a destacar son la fotografía. Prueba de ello son los bellísimos planos en los que se muestra la isla con el faro en todo su esplendor frente a los primeros planos que los actores aguantan a la perfección y aprovechan para que los sentimientos afloren. El gris siempre está presente por el inherente carácter triste de la película. En su propia atmósfera se puede palpar la tragedia de todos los personajes porque aquí no hay gente buena ni gente mala. Solo sentimientos que al fin y al cabo son los que conducen las acciones del ser humano. Recalcar también su banda sonora. El hecho de que Alexandre Desplat sea el compositor no podría haber salido mejor, con sus características melodías hermosas y tristes.
Tenía ganas de ver este proyecto además de por sus actores, por su director, Derek Cianfrance, quien considero que es un muy buen director de films muy, muy dramáticos. No en vano ha hecho una de mis películas favoritas, Blue Valentine. Pero esta era su primera película cuya historia partía de una novela, y sonará a cliché, pero en este caso prefiero el libro, aunque el resultado es bastante aceptable y no se merece el paso sin pena ni gloria que ha tenido.