Las horas
Cuando uno piensa en una película protagonizada por Nicole Kidman, Meryl Streep y Julianne Moore, lo que uno espera es un duelo de titanes, una lucha inconsciente para ver quién de las tres es capaz de abrirle más los ojos al espectador. Pero Las horas no es nada de eso… Cada una de estas tres grandes actrices tiene su lugar, su tiempo… incluso su época. Cada una tiene su visión, su historia, su verdad… y esas historias se van entretejiendo a la perfección y formando una melodía que no desafina en ningún momento de la película.
Se trata de una adaptación del famoso libro de Michael Cunningham. El hilo conductor durante toda la película es un libro, Miss Dallowey, y las tres mujeres giran en torno a este gran libro: la que lo escribió (Virginia Wolf), la que años después lo usa como un salvavidas (Laura Brown), y por último, de nuevo años después, la que se constituye en “versión contemporánea” de la propia Miss Dallowey (Clarissa Vaughan). Pero por encima de todo se trata de un homenaje a la mujer, a su sexualidad, y a cómo ésta ha podido ir nutriéndose de lo que la sociedad del momento le permitía.
El personaje de Nicole Kidman (Wolfe) es una mujer encerrada en una jaula, o mejor dicho, en muchas jaulas…: la jaula de su propia locura (hoy sabemos que era maniaco-depresiva), la jaula de una sociedad que no le ofrecía nada de lo que ella ansiaba, y la jaula del matrimonio, que no le permitía dar rienda suelta a la sexualidad que ella deseaba…
El paso del tiempo no concede muchas más licencias a Laura Brown. Julianne Moore es capaz, durante toda la película, de hacernos partícipes de sus esfuerzos frenéticos por mantener esa máscara de madre perfecta, esposa perfecta, miembro perfecto de la comunidad… pero al quedarse a solas se quita esa máscara y nos deja ver la verdad, una mujer infeliz, capaz de planear su propia muerte.
La jaula de Clarissa es diferente. No es una jaula externa. En este caso la sociedad y la época juegan a su favor. Es una mujer exitosa, libre de vivir su sexualidad como ella desea… Desde fuera es vista como una mujer feliz… Pero Clarissa vive encadenada a su pasado… a un pasado marcado por un gran amor que en estos momentos está muriendo y que la mantiene en vilo con ese miedo a lo inevitable.
Al final, todas son capaces de escapar de sus propias jaulas… Unas de forma más trágica, y otras de forma más suave. Se trata de una oda a la libertad y a la valentía. Como dice Wolf al final de la película “mirar la vida a la cara”.