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Llaman a la puerta

Desde aquel dulce renacer que le supuso La Visita, la trayectoria de Shyamalan ha visto más luces que sombras. Ya es habitual que un lapso de dos años tenga un proyecto nuevo, generalmente con planteamientos muy interesantes y un reparto reducido que funcionan de manera muy solvente, y su más reciente trabajo no es la excepción a la regla de los últimos años de su filmografía.

Basada en la novela La cabaña del fin del mundo de Paul Tremblay, una pareja de padres y su hija adoptada son retenidos en una aislada cabaña por un grupo de cuatro desconocidos. Dichos desconocidos los han elegido a ellos en particular para tomar una decisión imposible por un bien mayor: detener el inminente apocalipsis.

Independiente de que a nivel argumentativo los trabajos de Shyamalan puedan generar opiniones cuanto menos dispares, no se puede negar que su labor detrás de las cámaras como director es sobresaliente. En pequeños detalles como el cuidado milimétrico de los títulos de crédito, el uso del sonido para cuestiones tan básicas como mantener una conversación entre dos personajes, la ayuda proporcionada por Herdís Stefánsdóttirel con sus partituras tan inquietantes que retintinean en los tímpanos, el aire de thriller noventero clásico que se respira en el ambiente o los primerísimos primeros planos de los personajes tan desasosegantes a plena luz del día no solo hacen que se palpe la tensión en el ambiente con unos recursos tan sencillos y refinados, sino que demuestran que el director sigue rebosando personalidad a la hora de generar una atmósfera que mantenga pegado al espectador en su butaca hasta el final de la función.

Y si bien todo lo que rodea al apartado técnico del filme es de una factura técnica muy notable que exprime al máximo recursos muy escasos, el punto de quiebre es su guion. Al haber leído previamente la novela en la que se basa la película, ambas historias comparten las mismas virtudes y los mismos defectos, y uno de los defectos más importantes es que el planteamiento es mucho más estimulante que el desarrollo y las resoluciones. Es decir, que desde el punto de vista de la adaptación es un trabajo bastante fiel aunque la cinta evidentemente se tome sus licencias, pero en líneas generales lo que funciona en un formato funciona en el otro y lo mismo ocurre con sus defectos, que si bien algunos son necesarios terminan por decantar la balanza y acaban cayendo por su propio peso. Uno de estos ejemplos más claros son los flashbacks que explican ciertos comportamientos de los personajes principales y ayudan a conocerlos un poco más en profundidad, pero al mismo tiempo son un añadido que saca al espectador de toda esa tensión generada en la cabaña para darle un respiro que tampoco se siente como tal.

Llaman a la puerta

Pero tal vez el defecto que más haga torcer el gesto es que para esta ocasión, sin entrar mucho en el temido terreno de los spoilers, es que Shyamalan abandona su seña de identidad más destacada. A lo largo del metraje toca temas muy interesantes como esa decisión imposible que ataña a los personajes, el fanatismo religioso y como afecta de forma diferente a cada uno, los traumas del pasado o si acaso la humanidad merece ser salvada ante una catástrofe. Lo habitual con este último tema habría sido un enfoque muy cínico, pero aquí el director sí parece dar una pequeña aunque consecuente sorpresa virando argumentalmente hacia un enfoque muy emocional y sencillo que quizás sepa a poco y más viniendo de él.

A la hora de hablar de los actores, pese a que se trata de un reparto reducido y que todos saben en qué clase de proyecto se encuentran inmersos, en líneas generales todos logran trabajos muy convincentes. Sin embargo hay uno que destaca por encima de los demás y es Dave Bautista como Leonard, el líder de ese grupo de cuatro extraños, en un rol que si bien con solo su mera presencia ya impone temor, donde más brilla es cuando deja mostrar su cara más vulnerable. Y en lo personal también destacaría a Abby Quinn como Adriane, quien tiene un papel pequeño dentro de la película pero desde luego su cometido de ser el personaje más desquiciado de todos y trasmitir esa angustia y ese miedo lo cumple con creces.

En resumen, es un thriller muy notable que saca el máximo partido a sus recursos y está filmado a las mil maravillas por un ojo experto, pero que tal vez echando la vista atrás respecto a su trayectoria quizás no sea suficiente.

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