Memorias de un caracol
A la hora de hablar de premios, y más en concreto a la hora de abordar los Oscars, durante los últimos años hay varias voces que se encargan de repetir constantemente que la calidad de las películas nominadas no brilla tanto o en según qué ocasiones que directamente brilla por su ausencia. Paradójicamente, las categorías de mejor película internacional o mejor película de animación año tras año demuestran ser una dignísima competencia que a veces puede eclipsar a la categoría reina. Haciendo el habitual repaso de cada año por las nominadas a las Oscar, me alegra confirmar que al menos en la categoría de animación, esa tendencia sigue al alza.
Ambientada es Australia durante los años 70, la historia sigue a Grade Pudel, una solitaria niña con una afición a coleccionar caracoles y todo aquello que este relacionado con dichos moluscos. Las cosas se tuercen aún más tras la muerte de su padre, momento en el que se verá obligada a separarse de su hermano gemelo Gilbert. A partir de ese fatídico cambio Grace se volverá una persona todavía menos social y mucho más desesperanzada. Sin embargo, su vida se volverá un poco más animada cuando conoce a Pinky, una excéntrica anciana con la que mantendrá una amistad duradera.
He de aclarar que por los temas como la autoestima, la pérdida de los seres queridos, el autoaislamiento, el fanatismo religioso, los errores fatales que cometen los adultos o algunas formas de vivir la sexualidad y por la manera que tiene de abordarlos, claramente se tarta una animación dirigida para adultos. Desde el primer momento el filme es muy claro con sus intenciones al narrar la historia de la vida de Grace, una vida sumida en un cúmulo de desgracias que podrían sucederle a cualquiera con mucha mala suerte. Es tremendamente admirable la decisión que toma Adam Elliot se emplear la voz en off de Grace para contar su propia historia, un recurso que puede volverse monótono y lastrar la narración, pero en este caso está tan bien empleado pese a estar presente en todas las escenas, gracias a los matices de Sarah Snook como Grace y a la creatividad que le pone Elliot a cada escena que parece el más tierno y trágico de los cuentos.
Pues si bien la historia de Grace es trágica y llega un punto en el que parece que no le puede ir peor, uno como espectador nunca sabe qué es lo siguiente que va a suceder dentro de la cotidianidad que plantea la propuesta. Gracias a los personajes secundarios que van apareciendo y desapareciendo del marco de la historia, se dan instantes de tragedia y comedia excéntrica muy bien mezclados (quizá en este caso más trágica que cómica pero siempre con un pequeño rayo de esperanza), como la vida misma, donde la una no se entiende sin la otra. Desde luego la famosa frase de “La vida es como una caja de bombones, nunca sabes lo que te va a tocar” jamás adquirió tanto significado real como en esta película.
Aparte del cuidado y lo bien trabajados que están los tonos y la historia, salta a la vista el trabajo hecho a través de la animación en stop motion, un estilo que por la oscuridad y peculiaridad de la historia quitando el componente fantástico remite a los mejores trabajos de Tim Burton si se los metiese de lleno en el universo de Aardman con sus historias más mundanas. Y aun así Elliot se las ingenia para que su especial talento artesanal resalte en todos los planos con el diseño de personajes, los detalles de estos como las arrugas de Pinky o el sombrero que prácticamente es parte de Grace, la meticulosidad de los escenarios donde se ha trabajado todo y se pueden apreciar desde los títulos de los libros hasta la especias de la cocina, los espacios interiores y exteriores que trasladan inmediatamente a toda la diversidad que pueda tener Australia, desde la gran ciudad a las áreas más rurales y los animales que sin articular palabras con sus grandes ojos resultan super expresivos en la seriedad del momento.
En resumen, se trata de una emotiva crónica sobre la vida de un personaje que aparentemente no tiene nada de extraordinario, pero gracias a su trabajo artesanal y genuino por mostrar los altibajos de la vida se convierte en una cinta indispensable de la animación, una con una voz muy personal que no dejará ni un ojo seco en la sala.